lunes, 4 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 17





Tras cerciorarse de que no era fácil entrar así como así en la espaciosa casa, Pedro permaneció junto al teléfono mientras ella llamaba a una amiga para que la acompañara a pasar la noche. Tuvo que hacer cuatro llamadas para localizar a alguien libre. 


Mientras esperaba a que llegara Connie Alexander se puso a cocinar.


Cuando llegó, Connie parecía estar deseando echar una mano. Era una rubia sofisticada, alta y delgada, que suplía con entusiasmo su carencia de encantos naturales.


—¡Lo que te está sucediendo es una locura, cariño! —dijo.


Pedro recordó que el también había llamado «cariño» a Paula seis meses atrás, bajo los escombros, pero la palabra ya no le parecía adecuada. Resultaba condescendiente y no le gustó cómo sonaba viniendo de la amiga de Paula.


—¡Una locura absoluta! —Continuó Connie—. Me alegra tanto poder serte útil... Además, así podré contarte mis vacaciones en Europa. ¡Lo he pasado fenomenal! —Abrazó a Paula maternalmente y luego se volvió hacia Pedro—. Tú trabajas en seguridad, ¿no? ¡Hola! —Saludó, y volvió a centrarse de nuevo en su amiga—. ¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que te prepare un baño?


—Estoy bien, Connie —contestó Paula con suavidad, como tratando de tranquilizarla—. Solo necesitaba un poco de compañía.


—¿Has mirado bajo las camas? ¿Te funciona el teléfono? —era obvio que a Connie le encantaba que la necesitaran.


—Si te parece bien, yo voy a irme —dijo Pedro.


—No hay problema.


—¿Irás a casa de tu padre por la mañana?


—Sí —dijo Paula con firmeza.


Pedro se alegró de ver que no se estaba limitando a seguirle la corriente. Solo entonces se relajó lo suficiente como para pensar en sus hijos.


Llegó a recoger a Martin y a Leonel a casa de su madre bastante más tarde de lo previsto, aunque aquello solo le preocupó a él. Su madre y los niños se llevaban de maravilla, pero él sentía que no les estaba dedicando todas las horas que debía. Por lo visto, Paula no era la única que se sentía agobiada por visiones de una paternidad perfecta.




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