lunes, 4 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 15




—¡Ahora estoy furiosa! —Exclamó Paula—. ¡Ahora sí que estoy furiosa! 


Pero no lo parecía. Sonaba nerviosa, temblorosa, y como si se estuviera esforzando por no tener miedo.


Se volvió hacia Pedro y este vio como brillaban sus ojos azules. Sus labios estaban firmemente cerrados. Tenía una boca espléndida, sensual y carnosa. No supo cómo llegó a tenerla entre sus brazos un instante después, cuál de los dos se movió más rápido, pero no se paró a meditar en ello y se limitó a abrazarla.


Olía igual que la última vez. A jazmín y a naranja. ¿Cómo podía haberlo echado tanto de menos habiéndolo disfrutado de ello tan solo durante seis horas? Sin embargo, la sentía diferente. Su tripa presionaba contra él como una pelota de baloncesto. Sus pechos estaban maduros, colmados, pesados y suaves.


«¿Hasta qué punto es aceptable encontrar tan atractiva a una mujer embarazada? ¡Ni siquiera es tu bebé! Empieza a pensar con algo que esté por encima de tu cintura, ¿de acuerdo? 
Necesitas a esta mujer en tu vida y la atracción que sientes por ella tanto como un agujero en la cabeza. ¡No te rindas!»


—Esto es un poco más desagradable que unas pocas cartas, ¿no? —dijo, por fin.


—Y más caro y problemático. ¡Estoy furiosa! —repitió Paula, y en aquella ocasión lo parecía. Se apartó de Pedro, cerró los puños y apretó uno contra otro.


—Está claro que quién sea no me conoce, o sabría que no puede afectarme de este modo.


—Voy a llamar a la policía —Pedro sacó su móvil.


Paula asintió.


Mientras esperaban a que llegaran los agentes, Pedro acercó su coche al de Paula para que tuviera algún sitio caliente en que sentarse. No convenía tocar su propio vehículo porque podía haber huellas, aunque sabía que había muy pocas probabilidades de que fuera así.


A continuación llamó al padre de Paula para cancelar la cena que tenía planeada con su hija y finalmente llamó al garaje al que solía llevar su coche para que sustituyeran las ruedas y se lo llevaran a casa cuando la policía hubiera terminado con él.


La policía no pasó mucho rato en el lugar, y a Pedro no le sorprendió. Hicieron su trabajo, pero un crimen como aquel no era demasiado importante comparado con asuntos de drogas, asesinatos o robos. Los oficiales no se quedaron precisamente impresionados con su memoria, y Pedro también estaba muy descontento consigo mismo.


No podía saber con certeza si el hombre que había salido del ascensor mientras hablaban era el que había rajado las ruedas. Si hubiera recordado algún detalle aparte de que llevaba una chaqueta azul, la policía habría tenido alguna oportunidad de averiguar algo.





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