lunes, 4 de mayo de 2020

SU HÉROE. CAPÍTULO 16





Mientras llevaba a Paula de vuelta a casa no dejó de pensar en que debería haberse fijado en más detalles; a fin de cuentas, aquello era para lo que tanto se había entrenado. Pero lo cierto era que había estado totalmente centrado en ella y no había prestado atención a nada más.


Paula permaneció en silencio sentada junto a él. Pedro supuso que estaría agotada por lo sucedido. Ya no estaba enfadada. En aquellos momentos era él el que estaba enfadado. 


Consigo mismo.


«Seguro que ese era el tipo», pensó de nuevo.


 «Un viernes por la tarde a las seis y media lo que hace la gente es salir del parking en coche, no andando».


Ya que su ayuda a la policía había sido tan escasa, Pedro tuvo que conformarse con echar una mano a Paula. Cuando detuvo el coche ante su casa, un piso en un elegante complejo que, más que ostentación, buscaba la discreción para sus ricos ocupantes, trató de abrazarla.


—Todo esto ha sido muy estresante para tí —ni siquiera se le ocurría algo más interesante que decir.


—Ya estoy bien, gracias —Paula dio un paso atrás, tensa.


Pedro no supo si se sintió aliviado o decepcionado por su rechazo. Ambas cosas, decidió.


—¿Tienes comida en la casa?


—Sí. También puedo llamar por teléfono para que traigan algo. Estoy bien, Pedro —repitió.


—¿Quieres que pase?


—No.


—Voy a hacerlo de todos modos, para comprobar el lugar.


Paula asintió, reacia. Él pensó que era injusto que pareciera tan atractiva a pesar de su expresión de fatiga y tensión.


—Supongo que tiene lógica —dijo ella.


Se apartó a un lado y Pedro pasó junto a ella, consciente una vez más de su aroma y su calidez... y odiando su cuerpo por reaccionar como lo hacía.


«No tienes tiempo para esto», se dijo. «No lo quieres».


—¿Te importa que no te siga mientras lo revisas todo? —añadió ella.


No, no le importaba.


Pedro no hizo una revisión a fondo, algo que estaba planeado para la siguiente semana, pero comprobó cada habitación y todas las cerraduras de puertas y ventanas. La impresión del lugar le enseñó mucho sobre Paula en muy poco tiempo. Su casa era preciosa y todos los detalles de comodidad y decoración estaban pensados al detalle. Su dormitorio de muebles antiguos resultaba muy relajado, su estudio estaba organizado de un modo especialmente eficiente, y el cuarto de estar era bonito, femenino y atrayente.


La última habitación que comprobó fue la del futuro bebé, y aquello le encogió el corazón.


Aunque aún faltaban dos meses para que naciera el bebé, la habitación ya estaba totalmente lista, con cuna, cambiador, cremas de todas clases, pañales, libros de niños en una estantería, juguetes...


Paula daba la impresión de estar haciendo un esfuerzo casi doloroso por seguir adelante y mantener el control de su vida.


Y no solo parecía querer hacerlo bien; quería hacerlo a la perfección.


Pedro pensó en los libros sobre embarazo y niños que acababa de ver en su mesilla de noche, en el vídeo con ejercicios para embarazadas que había visto junto a la televisión y en los libros de recetas para niños que había en la cocina.


«Paula está asustada», pensó. «Está muy asustada».


De pronto comprendió porqué parecía estar enfrentando casi con desinterés el asunto de las cartas y de las ruedas rajadas. Estaba demasiado ocupada sintiéndose petrificada por otras cosas.


Según creía recordar, pensó Pedro mientras seguía en el cuarto del bebé, Paula había perdido a su madre hacía quince años. Y el padre de su hijo había huido con su dinero a Suiza. Contaba con mucho menos apoyo del que necesitaba cualquier futura madre, de manera que había decidido sacar matrícula de honor en el curso de maternidad que se había impuesto a sí misma incluso antes de que el bebé naciera.


Era... triste y conmovedor, y decía mucho sobre lo decidida que era y sobre cuánto se presionaba a sí misma.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario