jueves, 21 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 20





Así estuvieron durante dos días.


En el hotel, eran prácticamente dos desconocidos que sólo se permitían besarse a escondidas cuando ella llevaba algo a su despacho, pero por las noches, cuando se encontraban a solas, se besaban con auténtica pasión, aunque nunca llegaban a más.


Durante la tercera jornada, a la hora del almuerzo, Paula regresaba de llevar una bandeja de comida a una habitación y cuando salía del ascensor, vio a Pedro apoyado en recepción hablando con una mujer.


El glamur de aquella fémina era impresionante. 


Alta, guapa, elegante en el vestir. ¡Perfecta! Sin duda aquellos dos pegaban no sólo por edad, sino por el estilo a la hora de vestir. 


Curiosa, Paula se fijó en ella y, cuando instantes después se asomó a la recepción, donde estaba Tamara, ésta la informó de que se trataba de Agustina, la hija de uno de los consejeros del hotel.


Desde su posición, Paula vio a Pedro sonreír y, en el momento en que aquélla le colocó la corbata y le pasó un dedo por la mejilla con cierta sensualidad, estuvo a punto de gritar de frustración. Cuando instantes después aparecieron el padre de ella y el de él y los cuatro salieron del establecimiento para montarse en un coche y marcharse, la rabia la inundó.


Tamara, que conocía lo que existía entre ambos, fue a decir algo, pero Paula, ofuscada, la miró y siseó:
—Mejor no digas nada. Por favor.


Esa noche, a diferencia de otras, él no la llamó y su malestar se acrecentó. Pero ¿qué le estaba pasando? Ella nunca había sido tan territorial con ningún chico con el que había tenido algún lío pasajero.


Apenas pudo dormir esa noche y a las seis de la mañana llamó al hotel para informar de que no podía ir a trabajar. No se encontraba bien.


Acostada en su cama, pensó en lo que estaba haciendo. Se había liado con el dueño del hotel aun a sabiendas de que aquello no la iba a llevar a ningún sitio, excepto al inminente despido en cualquier momento.


¿Por qué estaba jugando con su trabajo?


Los hombres adinerados y poderosos como Pedro siempre acababan con mujeres como Agustina, nunca con alguna como ella. 


Peor se puso cuando, encima, supo que aquélla vivía en Londres como él, y que estaba en Madrid de paso. Ambos estaban provisionalmente.


¿Sería casualidad?






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