jueves, 21 de mayo de 2020

MI DESTINO: CAPITULO 18




Durante varios minutos se besaron con locura, sin pensar que la secretaria podía entrar, hasta que se oyó un ruido fuera, y Pau, asustada, se separó y comentó:
—Creo que es mejor que regrese a mi trabajo.


—¿Tiene que ser ahora mismo? —preguntó mimoso mientras le mordía el cuello.


Deseosa de decirle que no, sonrió pero finalmente añadió:
—Estamos en el trabajo. Aquí, tú eres el jefe y yo, la empleada. ¿Lo recuerdas, no?


Jorobado por aquello, la bajó al suelo pero, antes de soltarla, preguntó:
—¿Aceptarías que te invitara a cenar esta noche? —Ella lo miró y él, poniendo ojos tiernos, murmuró—: Por favor, dime que sí.


Cautivada por aquellos modales tan selectos y diferentes a los de sus conquistas o amigos, ella asintió y él rápidamente agregó:
—Sé dónde vives. Pasaré a buscarte por tu casa a las siete, ¿te parece bien?


Como una autómata, asintió y susurró:
—Yo no ceno a las siete de la tarde. A esa hora cenáis los guiris.


Divertido por aquella matización, sonrió y afirmó:
—Propongo esa hora para estar más tiempo contigo. Pero, tranquila, cenaremos a la hora que tú quieras.


Paula sonrió y volvió a preguntar:
—¿He de ponerme muy elegante?


Pedro lo pensó y finalmente respondió:
—Te voy a llevar a un precioso restaurante de un amigo. Ponte muy guapa.


— Botas militares, ni hablar, ¿verdad? —se mofó.


Mientras paseaba su mano por el rostro de ella, afirmó:
—Ni hablar.


Atontada por lo que aquel culto hombre le hacía sentir y tras darle un último beso que le supo a gloria, cuando salió del despacho sonreía con una sonrisa que no lucía cuando entró.


El resto del día trabajó como si estuviera en una nube y, cuando se cruzó con él en la recepción del hotel, miró hacia otro lado para que sus miradas nos los delatasen.


«Pa matarme», pensó.





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