domingo, 5 de abril de 2020

RECUERDAME: CAPITULO 37





Pedro estaba inmóvil, sin mirarla.


—¡Te he hecho una pregunta! —gritó Paula, angustiada—. ¿Qué ocurre, Pedro? 


Él abrió la boca para contestar y luego volvió a cerrarla, angustiado.


—Escúchame —dijo ella, intentando controlarse para que su voz no se rompiera—. Esto tiene que terminar. Estoy cansada de los silencios, de las vacilaciones...


Apartándose de la borda, Pedro irguió los hombros y se enfrentó a Paula con la resignación de un hombre enfrentándose con un pelotón de fusilamiento.


—Espera aquí. Volveré enseguida con una respuesta.


Paula lo vio alejarse, con el corazón en la garganta. Ella quería saberlo todo pero, al mismo tiempo, tenía miedo. Como si en el fondo de su corazón, o de su mente, supiera que al conocer esa verdad no podría vivir con ella.


Pedro volvió unos minutos después y, llamándola para que entrase en el salón, le entregó un sobre.


—Toma. Si es verdad que una imagen vale más que mil palabras, esto debería decírtelo todo.


Dentro del sobre había una fotografía del día de su boda aparentemente. Tras ellos, Paula reconoció el Ayuntamiento de Vancouver, el vestido azul, el ramo de lirios y rosas blancas...


Pero Pedro había olvidado contarle un pequeño detalle.


Tenía que ser un truco de su imaginación, un error, una ilusión óptica.


Paula parpadeó para aclarar su visión y volvió a mirar la fotografía, que temblaba en su mano como una hoja movida por una tormenta.


—Mis ojos deben estar engañándome o... ¿yo estaba embarazada cuando nos casamos?


—No te están engañando.


Eso tenía que significar...


Paula se quedó inmóvil. La conclusión era evidente, pero tan terrible que no se atrevía a reconocerla.


—¿Es por eso por lo que te casaste conmigo? —Pudo preguntar por fin—. ¿Porque pensaste que era tu obligación?


—Sí.


Durante semanas le había suplicado que contestase sinceramente a sus preguntas y durante semanas él había estado intentando evitarlo. Y ahora que necesitaba algo para suavizar el golpe...


—Imagino que eso explica que estuvieras tan serio en la foto.


—Tampoco tú estás muy sonriente. No habíamos planeado tener un hijo, Paula.


Un hijo, un hijo, un hijo...


Allí estaba, la palabra que ella intentaba ignorar. 


Y, una vez pronunciada, quedó colgando sobre ellos como una acusación.


—No me atrevo a preguntar, pero... ¿qué fue del niño? —Murmuró, más angustiada que nunca en toda su vida—. ¿Lo perdí? ¿Es por eso por lo que siento este vacío?


—No,Paula. No lo perdiste.


Esta vez, la respuesta de Pedro pareció atravesar por fin la neblina de su cerebro; esa neblina que había sido su compañera constante desde el accidente empezaba a apartarse, dejándola ver fragmentos de recuerdos...


El salón se había vuelto oscuro, habitado por fantasmas que amenazaban con devorarla. Gimiendo, Paula enterró los dedos en su pelo, apretando su cabeza como si así pudiera recordarlo todo, tocando la cicatriz... y las imágenes parecieron colarse por la ahora cerrada herida.


Recordaba el accidente, el impacto del coche contra el suelo... el hombre que iba sentado a su lado y a sí misma soltando el cinturón de seguridad para salir del coche porque su hijo estaba atrapado en el asiento trasero. Tenía que sacarlo de allí, tenía que salvar a su niño, a su precioso hijo por el que daría su vida...


Cuando vio un hilillo de sangre corriendo por la pálida carita sintió que se ahogaba. Luego el mundo pareció girar sobre su eje y, de pronto, sólo había oscuridad.


Fragmentos de recuerdos se unían, formando un todo desolador.




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