lunes, 23 de marzo de 2020

ANTES DEL AMANECER: CAPITULO 61





Paula barrió la sala con la mirada. Hacía apenas unos segundos la había visto allí… No podía haberse marchado. Sólo que no estaba. No estaba por ninguna parte.


La puerta del pasillo se hallaba abierta y se dirigió rápidamente hacia allí, sintiéndose como si fuera a desmayarse en cualquier momento. El policía estaba a pocos metros, cerca del ascensor y apoyado en una silla de ruedas. Si Kiara había salido, por fuerza tendría que haberla visto.


—¿Ha visto salir a mi hija?


—¿La conozco yo?


—Estuve usted hablando con ella hace unos segundos. Pelirroja. Sólo tiene cuatro años.


—Se fue por allí. La ayudaré a encontrarla.


—¿Qué sucede?


El enfermero que antes había estado hablando con Paula la había seguido al pasillo y ahora estaba justo detrás de ellos, empujando la silla de ruedas. Acto seguido pulsó el botón de llamada del ascensor de servicio.


—Mi hija. Estaba aquí hace un momento, y se ha ido.


—Creo que sé dónde está —le dijo el policía con tono tranquilo, mientras se abría el ascensor y salía un camillero a toda prisa.


Todo sucedió demasiado rápido. El policía le tapó la boca y Paula sintió en el brazo el pinchazo de una aguja. La metieron en el ascensor. Una vez dentro, la sentaron en la silla de ruedas y la ataron con fuerza.


Oyó el timbre del ascensor. Y luego todo se volvió negro. No podía ver nada… Pero sí oír el horrible y lastimero gemido del bebé fantasmal…



****

—Perdona por haberte hecho esperar, Pedro. Estaba hablando con el agente de policía que encontró el cadáver de Claudio Arnold.


—¿Has sacado algo en claro?


—No sé más de lo que tú mismo has sabido por las noticias. Pero estoy seguro de que está relacionado con lo del orfanato. Tenías razón. Los archivos de las adopciones están completamente falseados. Pero lo de Arnold no es la única gran noticia del día…


—¿A qué te refieres?


—Ese sheriff que ha estado llevado el caso, y que ha hablado contigo un par de veces…


—Nicolas Wesley.


—El mismo. Hace veinte años trabajó como vigilante de seguridad de Meyers Bickham.


—¿Cómo lo has averiguado? Su nombre no estaba en la lista de empleados que me pasaste.


—Me enteré por una de las guardianas a las que interrogamos. Sigue viviendo en la zona y conoce a Wesley. Pero ahora viene lo bueno… ¿Estás preparado?


—Adelante.


—Cuando se presentó a las elecciones para sheriff, su mayor patrocinador fue Claudio Arnold.


—Eso explica muchas cosas —mientras le contaba la visita de Paula a Ana, la buscó con la mirada. Y no la encontró—. Tengo que dejarte, Bob.


—¿Qué pasa?


—Nada. Te llamaré más tarde.


Barrió nuevamente la sala con la mirada. Estaba llena de gente, parejas, familias con niños, adolescentes. Nadie se habría atrevido a secuestrar a Paula y a su hija en medio de aquella pequeña multitud. Se habría producido alguna conmoción, alguien se habría dado cuenta.


Seguramente se habría llevado a Kiara al servicio. Pero algo le decía que no era así. 


Corrió hacia el exacto lugar donde la había dejado y empezó a preguntar a la gente de la sala de espera.


—Se ha ido con un enfermero —le informó una mujer de mediana edad—. Apareció para preguntarle si era la señora Chaves y ella se marchó con él. Le dijo que el médico de una amiga suya necesitaba verla.


Maldijo entre dientes, disgustado con Paula por no haberse molestado en avisarlo. Echó un vistazo al pasillo. Estaba vacío, a excepción de una pareja de celadores que se hallaban al lado del ascensor de servicio.


—¿Han visto pasar a una mujer con una niña?


—No. Acabamos de subir.


Se abrieron las puertas del ascensor y entraron. Pedro siguió corriendo por el pasillo para asomarse al servicio de señoras. No había nadie. Volvió a la unidad de cuidados intensivos y empezó a preguntar a las enfermeras. El pánico lo barrió en oleadas sucesivas mientras escuchaba lo que no quería oír. Hacía un par de horas que el médico de Ana había dejado el hospital y no volvería hasta el día siguiente. Y no había enfermeros varones en el turno de aquella noche.


Corrió de nuevo al pasillo y bajó en el ascensor de servicio hasta el piso bajo. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, analizando todas las posibilidades, intentando reconstruir un escenario que explicara aquella desaparición. El ascensor se abría a una salida de emergencia a la calle. Una fácil ruta de escape para un secuestrador… O secuestradores. Un coche habría podido esperarlos tranquilamente en la puerta. A esas alturas, Paula y Kiara podían estar en cualquier parte. Y él había dejado que eso sucediera…


Los antiguos recuerdos lo golpearon con fuerza, y se derrumbó literalmente bajo su impacto. 


Volvió a ver la sangre y los cuerpos, experimentando la misma sensación de fracaso y de horror que lo había dejado marcado, como si hubiera dado marcha atrás en el tiempo. Sólo que esa vez se trataba de Paula y de Kiara.


Una ambulancia pasó al lado, con la sirena conectada, sobresaltándolo. Tenía que hacer algo, y rápido. Cada segundo era fundamental. 


Corrió hacia el aparcamiento. La furgoneta de Paula no estaba allí.


Detrás de él apareció un hombre montando una Harley. Tras aparcar, se bajó de la moto y se alejó unos pasos. Pedro no perdió el tiempo. 


Montándose en ella, aceleró y salió disparado.


Tenía que encontrar a Paula. Como fuera. 


Estuviese donde estuviese, no tenía la menor duda de que Nicolas Wesley se encontraría con ella.




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