martes, 4 de febrero de 2020

TE ODIO: CAPITULO 3





Cuando entró en su oficina, Valentina se levantó. 


Como siempre, la viva imagen de la eficiencia; el elegante traje acentuando su curvilínea figura y el pelo sujeto en un elegante moño. Como única joya, el reloj de Tiffany que él le había regalado en Navidad.


—Buenos días, señor Alfonso. Aquí están los números que quería de la oficina de Roma. Palladium ha subido un dos por ciento en el Nymex y he recibido varías llamadas de periódicos esta mañana sobre el rumor de una oferta de compra. Y, de nuevo, varias llamadas de esa mujer que dice ser…


Abriendo los ojos como platos, Valentina miró a Paula.


—Deberías decirles que Motores Alfonso no está en venta —se limitó a decir Pedro—. ¿No te parece?


Su secretaria parecía a punto de desmayarse.


—Sí, no… quiero decir…


—No me pases llamadas —la interrumpió él, tomando a Paula del brazo para entrar en su despacho. Después de cerrar la puerta, tiró la chaqueta sobre el sofá de piel y encendió una lámpara para iluminar la espaciosa habitación.


—Te agradezco mucho que…


—Di lo que tengas que decir —la interrumpió Pedro.


Ella respiró profundamente.


—Necesito tu ayuda.


—Eso ya lo has dicho antes. Pero no me has explicado por qué necesitas mi ayuda en lugar de acudir a la policía o al ejército de San Piedro. O mejor, a tu prometido.


Paula lo miró, sorprendida.


—¿Sabes lo de Mariano?


Pedro se cruzo de brazos, intentando disimular la furia que sentía al pensar en Mariano como su futuro esposo.


—Eres famosa, Paula. Me entero de tu vida quiera o no.


Pero era más que eso.


Paula.


Y Mariano.


Juntos.


Seguía sin creerlo. Desde que Valentina había empezado a suspirar por la aventura sentimental reflejada en el papel cuché, Pedro había sentido ganas de liarse a golpes… si fuera posible con el rostro atractivo y aniñado de Mariano.


—Yo no quiero que hablen de mí. Me persiguen los fotógrafos. Así es como venden revistas.


—Sí, debe de ser muy duro —replicó él, irónico. 


Paula no iba a hacerle creer que no le gustaba la fama. Su frívola existencia se había construido sobre el templo de su vanidad y su insaciable apetito de adoración. Incluso él mismo había sido tan estúpido una vez como para…


Pedro apretó los dientes.


—¿Y por qué no le pides ayuda a tu prometido?


—No es mi prometido. Aún no.


—Pero pronto lo será.


Por primera vez, Paula apartó la mirada.


—Pidió mi mano hace un par de días y le daré una repuesta en cuanto Alexander esté a salvo. Entonces anunciaremos nuestro compromiso.


¿Paula casada con Mariano? Ese pensamiento era como una bala en su corazón.


—Y en cuanto a por qué no le pido ayuda… porque él insistiría en llamar a la policía. Querría hacerlo a través de los canales apropiados —Paula sacudió la cabeza—. No puedo hacer eso, no puedo esperar cuando Alexander está en manos de unos criminales.


—¿Y por eso acudes a mí?


—Yo también sé cosas sobre ti, Pedro. Eres despiadado, tienes contactos en todas partes. Mariano me ha dicho que…


—¿Qué?


—Que sólo piensas en ti mismo. Los demás te dan igual. Pasarías por delante de un coche accidentado sin hacer nada. Eres casi inhumano en tu determinación de ganar a toda costa.


—Por eso siempre gano las carreras y Mariano llega el segundo.


—La gente comenta que… eres digno hijo de tu padre.


Pedro había oído eso tantas veces que ni siquiera pestañeó.


—O sea, que estás buscando un monstruo sin moral para luchar contra otro, ¿es eso?


—Sí.


—Gracias.


—No puedo involucrar a la policía de San Piedro. Necesito alguien de fuera y tú eres la única persona lo bastante despiadada como para devolverlo a casa. Nadie debe saber que ha sido secuestrado…


—¿Por qué?


—Porque eso daría una imagen de país débil y corrupto… como si no pudiéramos proteger a nuestro propio rey.


—Entonces, ¿quieres mantener esto en secreto… incluso vas a ocultárselo a tu futuro marido? —Pedro levantó una ceja—. No creo que ésa sea una base sólida para un matrimonio, Alteza.


—¡Insúltame si quieres, pero salva a Alexander!


—¿Seguro que Mariano no te ha enviado a verme?


—No, claro que no —contestó Paula—. Se quedaría horrorizado si lo supiera. No querría que me involucrase…


—Claro, porque Mariano es un caballero —la interrumpió Pedro, burlón.


—Es atractivo, educado y muy influyente. Y uno de los hombres más ricos del mundo.


—Siempre supe que te venderías al mejor postor, Paula.


—Y yo siempre supe que me reemplazarías con la primera fresca que apareciese en tu camino —arguyó ella—. Me sorprende que tardases una hora.




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