miércoles, 5 de febrero de 2020

TE ODIO: CAPITULO 4




Pedro apretó los labios. La noche que Paula rompió abruptamente su relación, borracho, se había acostado con su vecina, una chica que intentaba abrirse camino en Broadway y cuyo nombre ni recordaba siquiera. Se preguntó cómo lo sabía ella, pero decidió que daba igual.


—¿Qué esperabas que hiciera, vivir el resto de mi vida llorando por ti?


—No, eso habría sido patético —Paula se mordió los labios y Pedro, a pesar de su desdén, no pudo evitar una punzada de deseo. Sus labios eran tan suaves, tan generosos. Habían pasado muchos años y, sin embargo, aún recordaba esos labios besándolo por todo el cuerpo…


—Claro que un hombre como tú no podría ser fiel durante un día entero — siguió ella, levantando orgullosamente la cabeza—. Por eso me alegro de haber encontrado a un hombre en el que puedo confiar.


Nunca había confiado en él, pensó Pedro, apretando los puños. Pero tenía que cambiar de tema antes de perder el control y hacer alguna locura… como tomarla entre sus brazos y besarla hasta que olvidase a Mariano y a cualquier otro hombre que hubiera pasado por su vida en los últimos diez años. Antes de tumbarla sobre el escritorio para hacerla suya de nuevo después de tanto tiempo.


—Ve a pedirle ayuda al príncipe azul —le espetó.


—Mariano no puede ayudarme, ya te lo he dicho. Tú eres el único que puede hacerlo —Paula se llevó una mano al corazón—. Por favor, Pedro. Sé que te hice daño…


—No me hiciste daño —la interrumpió él, mirando por la ventana. Desde la planta veinte sólo podía ver nubes grises cubriendo la ciudad como un sudario—. Pero dime una cosa, ¿quién se beneficia del secuestro de tu sobrino?


—¿Políticamente? Nadie. Somos un país muy pequeño.


—¿Entonces es sólo por el rescate?


—Tiene que ser eso. Pero si piden una suma muy importante, será difícil pagarla. La casa real de San Piedro no cuenta con grandes medios económicos. La mitad de nuestras fábricas han tenido que cerrar porque las multinacionales se las llevan a países del Tercer Mundo. La economía no va bien. Si no fuera por el turismo…


—¿La economía de San Piedro no va bien? —volvió a interrumpirla Pedromirando el collar de perlas, el abrigo de diseño, las caras botas de piel.


—La ropa que llevo es regalo de los diseñadores. Todo el mundo quiere publicidad —Paula miró hacia la puerta—. Hablando de publicidad… ¿no llamará alguno de tus empleados a la prensa para decir que estoy aquí?


—No, confío en ellos por completo —contestó él.




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