miércoles, 19 de febrero de 2020
LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 6
—¡Vaya! —dijo Carla, que había presenciado toda la escena sin decir nada.
La imagen de aquel musculoso pecho libre de su elegante envoltura ardía aún en el cerebro de Paula. La última vez que lo había visto, había sido manchado de sudor y deslizándose hacia ella en la oscuridad de la noche. Alejó de sí aquel pensamiento y se apartó de la puerta mientras sentía en su propia piel la tibieza de la camisa de Pedro. Se cruzó por un instante con la mirada de Carla, y las dos rompieron a reír.
—Lo siento, quizá exageré demasiado —dijo Paula.
—Oh, querida… olvídalo. Yo tampoco me lo hubiera puesto. Pero él es el productor —dijo Carla volviendo a colocar en su sitio los estuches, tarros y pinceles, sus herramientas de trabajo.
Paula ya había descubierto que cuanto más alto se estaba en el escalafón de la televisión, menos popular se era, pero se sentía obligada a defender a Pedro. Al menos, por los viejos tiempos.
—Es un buen tipo.
—A juzgar por lo que acaba de hacer, es un héroe. Va a tener que ponerse un chaleco antibalas para defenderse de las críticas. No me gustaría estar en su piel cuando vean en el estudio lo que rodemos hoy.
Paula pasó la mano por el cuello de la inmaculada camisa. La tela era cálida, fragante, y odiosamente cara, y ella, con su pala jardinera en la mano, estaba a punto de ponerse perdida.
—Siéntate aquí, querida —le pidió Carla—. Si Pedro está en peligro, démosle un poco de compañía.
Veinte minutos después, Paula contemplaba su imagen reflejada en el espejo. Veía el maquillaje que Carla le había aplicado, con tal sutileza que parecía no llevar prácticamente nada. Unos enormes ojos grises la miraban desde el espejo, su piel no tenía una sola arruga y su cabello color miel estaba sujeto en una coleta que lograba acentuar la larga curva de su cuello.
Transmitía naturalidad. Nunca había querido aprovechar demasiado su cuerpo. Tenía talento y buen corazón, y eso era lo más importante.
Pero, por primera vez, miraba su propio rostro sin contar sus defectos.
Minutos después salió de la caravana y se despidió de Carla. Un aliado. Eso era lo que necesitaba en ese momento.
«Ya tienes uno», le recordó una débil voz en su interior. «Un amigo de toda la vida».
Pero Pedro estaba del otro lado. A pesar de la caballerosidad que había mostrado esa mañana, seguía siendo el ejecutivo corporativo de siempre. Antes o después le recordaría aquel incidente, y la pizca de amistad que aún les quedaba no sería más que historia.
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Me encantó cómo la cuidó Pedro jajajaja.
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