miércoles, 19 de febrero de 2020

LUZ, CAMARA Y... BESO: CAPITULO 5






—¿Pero qué es…?


Pedro aceleró el paso mientras se aproximaba al camión de producción que se hallaba aparcado en la parte de atrás del complejo industrial en el que estaban rodando. Más de un miembro del equipo había girado la cabeza en dirección a las dos voces femeninas, una estridente e indignada, la otra más suave y apremiante. Saltó al estribo del camión y con un ligero tirón abrió la puerta.


Carla Watson, la gurú de maquillaje, tenía la atención puesta en Paula. Y estaba muy enojada.


—¿Esto es idea tuya? —le dijo Paula echando chispas por los ojos.


Estaba muy rígida, con las manos en las caderas, vestida con unos pantalones cortos que mostraban unas piernas largas y bronceadas, y una minúscula camiseta sin mangas y ajustada.


—Estoy cavando en un jardín, Pedro, no bailando en un club.


La última vez que había visto a Paula vestida así había sido con dieciséis años. Y lo que llevaba ahora era sin duda más ligero. Mucho más. Respiró hondamente.


—No pienso salir así —protestó ella.


Pedro clavó sus ojos en ella, mientras su enojo crecía por momentos. Ese no era el conjunto que él había acordado en el contrato. Era sólo el primer día de filmación y Bill Kurtz ya estaba con sus jueguecitos. Pedro se puso a hurgar en el  pequeño armario que había en una esquina.


—Estoy totalmente de acuerdo contigo —dijo él, alcanzando una camisa azul claro.


—Es la camisa de Brian—le advirtió Carla—. La necesitamos para la escena siguiente.


Pedro, furioso, la dejó de nuevo en el armario, echando una ojeada a la ropa de Paula, que estaba sobre una silla. No podía usar su propia blusa, tenía demasiados adornos y rayas para la televisión. Pero tampoco aquel conjunto. Daba una imagen completamente equivocada del programa. Aquel atuendo no preservaba su integridad de nadie.


La frustración le volvía irascible. Estaban filmando en una zona industrial, a veinte minutos del centro comercial más cercano. Ir hasta allí suponía prácticamente una hora de ida y vuelta, un retraso totalmente inaceptable en la programación.


Se fijó en una camiseta azul que estaba dentro de una caja aún sin ordenar. Se sacó del pantalón su elegante camisa de Yves Saint Laurent e hizo un trabajo rápido con su docena de botones.


—Toma —dijo él, ofreciendo a Paula su camisa aún caliente—. Ponte esto por encima.


Era demasiado grande para ella, pero se la puso, y Carla se las arregló para anudarle a la cintura la tela sobrante. El logotipo del patrocinador quedaba visible, pero el resultado era infinitamente menos gratificante.


—Esos pantalones cortos tienen que desaparecer también —dijo él.


—Tenía unos pantalones para el rodaje de mañana, Pedro—dijo Carla.


—Perfecto. Póntelos —le dijo a Paula, y luego, volviéndose a Carla, añadió—: Quema ésos.


 Pedro se marchó del camión de vestuario. Era consciente de que había estado algo brusco con ambas, pero aún se sentía descentrado por la forma en que había reaccionado al ver a Paula con aquella camiseta tan ajustada. Aquellos pechos. Aquellas piernas.


Paula era prácticamente su hermana pequeña. ¡Por el amor de Dios!


Se puso la camiseta azul, sin importarle el contraste tan ridículo que hacía con los pantalones del traje. Aunque eso no sería nada comparado con el que habría hecho Paula de haber salido al aire con aquel atuendo.


En adelante iba a tener que vigilarlo todo muy de cerca.





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