martes, 10 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 52




LA mujer que veía en el espejo parecía un espantapájaros, pensó Paula. Llevaba el traje gris, una coleta y ni una gota de maquillaje. 


Tenía un aire de derrota, como si ya hubiera admitido la victoria de Leo y, de repente, eso la llenó de furia.


Una vez había dejado que la manipulase, pero entonces era una cría. Una cría alegre y confiada, segura de que el cariño que sentía por su marido sería suficiente para mantener el matrimonio. Y no había funcionado. Pero no podía volver a dejar que la pisoteara y no lo haría. Ella valía por doscientos Leos, se dijo a sí misma mientras se quitaba el traje gris y sacaba del armario el de color beige que había comprado para ir a París.


El espejo le devolvió otra imagen de inmediato. 


Esa era ella, se dijo. Una mujer joven, atractiva, segura de sí misma.


¿Por que iba a tener miedo de su ex marido?


¿Por que iba a dejar que se saliera con la suya? 


Con esa confianza, entró en la oficina una hora después. Pedro estaba en recepción, charlando con miembros de su equipo, pero en cuanto la vio salir del ascensor se acercó para darle los buenos días.


Paula no quería que sus compañeros supieran nada sobre su relación. No habría tonteos ni besitos por las esquinas. No quería murmuraciones. De modo que se sentó frente a su ordenador y se puso a trabajar.


Fue una mañana muy ajetreada y, cuando le llevó el café, notó que Pedro parecía impaciente.


-No te he visto en todo el día. ¿Cómo está tu mano?


-Mejor, gracias. Mira, Pedro... no sé qué me ha pasado este fin de semana. Normalmente no soy tan patética. Estoy decidida a no dejar que Leo se salga con la suya.


-Me alegro. Y no eres patética -suspiró él-. Supongo que tener un ex marido psicópata no debe de ser fácil. Es un canalla...


-Bueno, me voy. Tengo mucho trabajo.


-¿Qué pasa? ¿Estás intentando evitarme?


-No, es que tengo muchas cosas que hacer.
Pedro arrugó el ceño.


- ¿Puedo llevarte a casa después del trabajo?


-Sí, claro. Nos vemos más tarde -Paula salió del despacho a toda prisa.


Poco después, estaba en la cola de un autoservicio, pensando en Pedro Alfonso... cuando oyó una voz que le resultaba familiar.


- ¿Puedo invitarte a comer?


Era Celina Carter-Lloyd. ¿Qué hacía allí?, se preguntó Paula.


-Pues...


-Quiero hablar contigo -dijo la joven, decidida.


-¿De qué?


-De Pedro, por supuesto -sonrió Celina-. Vamos a sentarnos a esa mesa No quiero que todo el mundo oiga la conversación.


Paula tragó saliva.


- ¿Qué tienes que decirme?


-Pedro está cometiendo el mayor error de su vida por tu culpa. El me quiere a mí. Siempre me ha querido. Casarnos es algo que todo el mundo esperaba. Mis padres tienen fincas en Hampshire y algún día todo eso lo heredará mi hijo.


-Celina...


-Y no pienso dejar que Pedro arruine su futuro por una estúpida obsesión con su secretaria.


-Mira, comprendo que estés herida, pero yo no tengo nada que ver con la ruptura de vuestro compromiso. Fue Pedro quien decidió romperlo, yo no le presioné en absoluto.


-Sólo está contigo porque le das pena -dijo Celina entonces, despreciativa-. Me contó que se sentía culpable porque te había seducido y luego descubrió que tenías una niña. Por eso rompió el compromiso, porque es un hombre de honor.


Paula la miró, atónita. ¿Cómo sabía Celina lo de su hija? ¿Estaría diciendo la verdad? ¿Sería cierto que Pedro la amaba a ella? 


-Celina...


-Pero cuando sepa lo del niño...


-¿Que niño?


-Estaba esperando un hijo de Pedro, pero lo perdí. Pedro no lo sabe, no se lo conté porque ya había roto el compromiso.


-Lo siento -murmuró Paula, intentando controlar las lágrimas-. Pero deberías contárselo. Y si quiere volver contigo, yo no pondré ninguna pega.


-Desgraciadamente, en este momento está encandilado contigo -replicó Celina, impaciente-. No se puede subestimar el poder del sexo, claro. Pero si tú te fueras del despacho, tarde o temprano Pedro volvería a ser el de siempre. Y yo estoy dispuesta a ser muy generosa.


Paula miró la chequera que la joven sacaba del bolso, incrédula.


- ¿Estás ofreciéndome dinero?


-Sé que no tienes dinero, así que te ofrezco el salario de todo un año si te vas del bufete.


-¿Qué?


-Puedes buscar trabajo en otro sitio... preferiblemente en otro país -contestó Celina.


Paula se levantó.


- Lo siento, señorita Carter-Lloyd, pero no estoy en venta.


-Estás cometiendo un error, querida. Y Pedro se dará cuenta de lo que eres. Algún día te quedarás sin trucos y él empezará a pensar con la cabeza... y no con los pantalones.




2 comentarios: