martes, 10 de diciembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 50




Quizá Pedro tenía razón, pensaba Paula mientras subía a su habitación. Lo había convencido para que se fuera a casa, asegurándole que todo estaba bien y que Leo no volvería a molestarlas. Además, Chris estaba a punto de llegar.


Pedro había insistido en quedarse, incluso se ofreció a dormir en el sofá, pero ella no quería apresurar la relación hasta que supieran qué querían los dos. No quería que Maia despertase y lo encontrara desayunando allí. Era demasiado pronto.


Entonces volvió a sonar el teléfono y Paula se puso rígida. Pensó no contestar, pero seguía sonando y, al final, nerviosa, levantó el auricular.


Era Chris para decir que se quedaría a dormir en casa de unos amigos.


-¿Seguro que no te importa?


-Claro que no. Llevo tres años viviendo sola y nunca me ha pasado nada. Que te diviertas.


No pensaba estropearle la noche a su hermano. 


Pedro tenía razón. Leo no podía hacer nada contra ella. Había dejado que la asustara, pero ella ya no era una cría muerta de miedo luchando para criar a una niña recién nacida. Ahora era una mujer madura y podía enfrentarse con el canalla de su ex marido.


Durmió sorprendentemente bien y despertó cuando empezaba a amanecer, un ruido en el pasillo advirtiéndole que Maia ya estaba despierta.


-¿Maia?


Normalmente la niña se metía en su cama para quedarse allí un rato acurrucada y le sorprendió que no contestase a su llamada.


Entonces volvió a oír el ruido y reconoció el crujido del último escalón de la escalera. Debía de ser Chris, intentando entrar sin despertarla. 


Sonriendo, Paula se puso el albornoz y salió al pasillo... allí se encontró cara a cara con su ex marido.


-¡Leo! ¿Qué haces aquí? ¿Cómo has entrado?


-La cerradura de la puerta de atrás nunca ha sido muy segura. Yo he vivido aquí, ¿recuerdas?


-¿Qué quieres?


-Hablar contigo. Pero quizá tengas compañía...


-No la tengo. Aunque eso no es asunto tuyo, por supuesto.- lo interrumpió ella, asomando la cabeza en la habitación de la niña, que seguía dormida-. No tienes derecho a entrar aquí. 
Podría denunciarte.


-Vamos, Paula, sólo quería hablar contigo...


-¿Que es lo que quieres?


-Quiero que Maia pase conmigo el día de Navidad.


-¿Envuelta en papel de regalo? -bromeó Paula, ironica.


-No te hagas la lista conmigo. Luisa piensa organizar una gran fiesta y ha pensado que sería un buen momento para que sus padres conozcan a Maia. Al fin y al cabo, van a ser sus abuelos.


-Maia aún no tiene cuatro años. Es muy pequeña para pasar las navidades fuera de casa.


-Cuando yo tenga la custodia, El Nido de Amor será su casa.


-¿El Nido de Amor?


-Es la casa de Luisa, mi hogar cuando me case con ella.


-¿El Nido de Amor? -repitió Paula, incrédula, mientras bajaba a la cocina.


-Luisa lo tiene todo planeado. Ha comprado un montón de regalos para la niña y quiere vestirla de...


-¿Angelito para colocarla en el árbol de Navidad? -lo interrumpió Paula.


-Entonces, ¿te niegas a que pase la Navidad con mi hija?


-Sí.


-Estoy intentando hacer esto de forma amistosa, Paula. Pero, claro, tú siempre has sido un poco desequilibrada...


-¿Cómo te atreves?


-Era una broma, mujer -sonrió Leo, haciéndose el simpático-. ¿Qué te cuesta? Tú has pasado todas las navidades con ella. Sólo por esta vez, ¿de acuerdo?


Paula decidió ablandarse.


- Muy bien, de acuerdo. Puede pasar el día de Navidad contigo. Pero la quiero aquí al día siguiente.


-Sin problemas. Luisa tenía otros planes para ese día de todas formas... espera deja que lo haga yo -dijo Leo, quitándole la tetera de la mano y echando agua hirviendo en la taza... y en la mano de Paula.


-¡Leo! ¡Me has quemado! ¿Tú estás loco o qué te pasa? -gritó ella, metiendo la mano bajo el grifo.


-Lo siento, se me ha resbalado la tetera.


-Lo has hecho a propósito, como siempre. ¿Cómo voy a dejar que te lleves a mi hija? Eres un desequilibrado...


-No te preocupes, trataré a la niña con guantes de seda.


De eso estaba segura. Leo trataría bien a la niña porque la necesitaba. Tenía que demostrarle a su novia que era un padre responsable.



****

Pedro llamó a media mañana y Paula intentó disimular su angustia.


-Pensé que podríamos ir a comer a algún sitio... a un restaurante en el que admitan niños, claro. Voy a buscarte en una hora.


-No, no puedo, Pedro.


-¿Por qué?


Tenía que pasar algún tiempo sola, pensando... y también tenía que esconder la prueba de que Leo había vuelto a hacerle daño en otro de esos «accidentes» caseros. Lo había hecho para asustarla, por supuesto, para demostrar que seguía controlándola. Paula sentía la tentación de llamar a la policía, pero ¿y si no la creían? ¿Y si Leo conseguía convencer al juez de que ella era una paranoica y una mala madre?


Quizá debería hacer lo que Pedro le había dicho. Confiaba en él por completo y sabía que podía contarle cualquier cosa... Pero ése era el problema. No quería meterse en otra relación en la que tuviera que estar siempre pidiendo ayuda.


Su relación con Pedro no era equilibrada. Él era un hombre rico, un famoso abogado y ella era una madre soltera con serios problemas económicos y un ex marido tarado. El orgullo le decía que solucionara sus problemas por su cuenta.


-Maia no se encuentra bien y quiero que se quede en la cama. Nos vemos mañana en la oficina.


-Ayer estaba perfectamente.


-Pero hoy no-. Paula interrumpió la llamada antes de que se convirtiera en una discusión y empezó a pasear por la casa, tan nerviosa que, al final, le puso a Maia el abrigo y salió a dar una vuelta por el parque.



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