sábado, 21 de diciembre de 2019
OSCURA SEDUCCIÓN: CAPITULO 30
De pronto la atmósfera entre los dos cambió. Se cargó de electricidad. Él paseó un dedo sobre el labio inferior de ella.
–Ven a mi hotel –le susurró–. Ya no puedo esperar más. Te necesito ahora.
«Sí», pensó ella desesperada. Pero entonces se acordó de Rosario y se apartó.
–No puedo.
–Acuéstate conmigo una vez porque tú quieres –le pidió él–. Después de eso, si decides que no me deseas, dejaré de perseguirte. Pero dame una oportunidad para convencerte, para mostrarte cómo podría ser una vida juntos.
Ella lo miró embelesada por sus seductoras caricias. Se sentía mareada, superada. Y sabía que no podría soportar que él se marchara.
Todavía no. No podría soportar la idea de volver a quedarse sola en el frío invierno.
Antes necesitaba sentir aquella calidez una vez más...
–Si me acuesto contigo, ¿me dejarás marchar?
–Sí –aseguró él con un hilo de voz–. Si es tu verdadero deseo. Pero voy a hacer todo lo posible para convencerte de que te quedes conmigo, que seas mi amante.
–¿Tu amante? –repitió ella suavemente.
–No te ofrezco amor, Paula. Ni matrimonio. Sé que este fuego entre nosotros no puede durar –añadió él tomándola en sus brazos–. Simplemente, disfrutemos de cada momento que tengamos.
Ella cerró los ojos y apoyó el rostro sobre el abrigo de él. Sentía el viento frío contra su cara, pero el resto de su cuerpo estaba ardiendo.
Él quería placer a largo plazo. Sin compromisos.
Sin enredos emocionales.
Pero eso no era lo que ella quería de un hombre. No de un marido y menos aún del padre de su hija.
Y a pesar de todo...
Una tarde en la cama con él. Luego él regresaría a Asia y Rosario estaría a salvo para siempre. Él no tenía por qué saber que tenía una hija. Así nunca sentiría la carga de una responsabilidad que no deseaba, ni interferiría en su vida ni en la de su hija. Él podría continuar sus interminables viajes sin volverse a mirar atrás. No tendría la oportunidad de fallar a Rosario como padre. Y ella no se vería obligada a ver cómo él la reemplazaba en su vida con una sucesión de nuevas amantes cuando se cansara de ella.
No estaban hechos el uno para el otro, eso era evidente. Ella quería una familia y un hogar.
Quería un hombre que la amara a ella y a sus hijos para siempre.
Ella quería una vida como la de Emilia. Pero dado que no podía tener eso...
Una tarde en la cama con Pedro. Una oportunidad para saciar sus ansias de él
y luego ella le olvidaría y comenzaría una vida nueva con su hija. Ella le olvidaría.
El corazón le latía desbocado cuando elevó el rostro y miró a Pedro a los ojos. Él la embriagaba, su poder y belleza masculinos la cegaban. Y se oyó susurrar:
–Necesito estar en casa hacia las dos.
Él inspiró hondo y la abrazó con fuerza mientras le besaba la frente y el cabello.
–No te arrepentirás –le prometió–. Voy a asegurarme de ello.
«Sólo serán unas pocas horas», se dijo Paula. Y cuando él la besó apasionadamente ella supo que grabaría cada caricia en su memoria.
Aquellas pocas horas le durarían para siempre.
Y luego... ella le dejaría marchar.
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