sábado, 30 de noviembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 18




Chris se ofreció a llevar a Maia a la guardería al día siguiente para que ella pudiera tomar el primer tren, de modo que fue la primera en llegar a la oficina... aunque, lamentablemente. Pedro no pudo verlo.


-Pedro estará en el Juzgado casi todo el día.- la informo Margarita- Pero no le va a gustar que hayas venido a trabajar.


Una pena que no hubiera informado a sus numerosas novias de que estaría en el Juzgado, comento Paula, despues de hablar con tres mujeres que lo habian llamado en menos de una hora.


-Es muy popular con las chicas -sonrió Margarita-. Pero ninguna de ellas ha conseguido atarlo. Es un abogado brillante, un digno sucesor de su padre, y espero que algún día conozca a alguien especial. Si no, lo único que hará en su vida es trabajar.


-Celina Carter-Lloyd parecía muy interesada. Quizá ella sea la mujer de su vida -sugirió Paula.- Ha insistido mucho en que Pedro la llamase.


-Bueno, las dos familias han sido amigas desde siempre y Celina es una chica muy culta, muy elegante. Pero no creo que Pedro esté enamorado de ella.


-¿Qué tiene que ver el amor? -murmuró Paula. 


Ella había estado enamorada una vez y mira dónde la había llevado. El peor marido del mundo, una hipoteca como la deuda nacional...


-¿Por qué dices eso?


-Yo no creo que estar enamorado sea la mejor razón para casarse.


Margarita la miró, sorprendida, pero no dijo nada más. Si Paula tenía problemas personales, esperaba que se los contara algún día por decisión propia. Le caía bien aquella chica y estaba casi segura de que Alejandra no volvería a la oficina después de dar a luz. También sabía que Katrina Jefferstone haría lo que fuera para trabajar directamente con Pedro... Pero no si ella podía evitarlo. Compartir despacho con ella era tortura más que suficiente.


Y, pensando en eso, invitó a Paula a comer.


Paula había abandonado toda esperanza de ver a Pedro aquel día y casi se había convencido a si misma de que era un alivio ahorrarse sus comentarios ironicos. Eran las cuatro y, después de haber trabajado todo el día sin parar, estaba haciendo dibujitos para un libro de cuentos que estaba escribiendo para Maia cuando una voz la sobresaltó.


-Muy bonito... pero eso no tiene nada que ver con el trabajo, ¿no?


-Pedro, no te había oído entrar.- Se movía tan silenciosamente como una pantera, pensó, irritada.


-Eso es evidente.- replicó él, burlón-. Aunque no entiendo qué haces aquí. Creo que te dije que te tomaras un día libre, ¿no?


No había calor en sus ojos azules y Paula se rindió. Aparentemente, no podía hacer nada bien para aquel hombre. Claro que era el jefe, se recordó a sí misma, y tenía derecho a esperar que sus empleados hicieran lo que les pedía. Y si hubiera vuelto a la oficina una hora después, no la habría encontrado allí.


-Esos dibujos son muy buenos -dijo Pedro entonces, pasando las páginas del cuaderno-. Tienes mucho talento. ¿Has estudiado arte?


-Estuve estudiando en Saint Martins -contestó ella, refiriéndose a la famosa universidad de Londres-. Mis trabajos solían ser criticados por ser muy intrincados, pero a mí me gustan los detalles.


-¿Tienes un título en Arte?


-No pude terminar la carrera.


-¿Por qué?


-Tuve problemas y estudiar no cuadraba con mi vida de casada... -Paula no terminó la frase. No podía decirle que su inesperado embarazo había dado al traste con sus sueños de ser artista. 


Podría haber vuelto a la universidad tras el nacimiento de Maia, pero Leo había insistido en que buscara un trabajo...




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