viernes, 29 de noviembre de 2019

SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 15




-NO pienso salir del coche. 


Paula se cruzó de brazos, en actitud beligerante, y Pedro tuvo que hacer un esfuerzo para controlar su mal genio. Hasta aquel día no sabía que tuviera mal genio. Incluso cuando estaba enfadado era capaz de hablar las cosas con tranquilidad... pero en lo que se refería a Paula, aparentemente la tranquilidad se iba por la ventana.


-Yo decidiré si necesito ir al médico o no. Y si quiero ir, iré a mi propio médico. Yo no puedo permitirme una consulta privada.


-No te estoy pidiendo que lo pagues tú.- Pedro cerró los ojos, impaciente, imaginando las portadas del día siguiente: Abogado comete asesinato.


-La Única razón por la que estamos aquí es para que tu acalles tu conciencia. Ya te dije que no era una mentirosa.


-O sales del coche o te saco yo -insistió Pedro.


Su marido debía tener la paciencia de un santo, pensó.


Paula abrió la puerta para no seguir discutiendo. 


No dudaba ni por un momento que llevara a cabo su amenaza de modo que, con la cabeza bien alta, salió del coche.


-De todas formas, seguramente no podrá recibirme ahora.- murmuró mientras entraban en un elegante vestíbulo, nada parecido al de la clínica a la que ella acudía normalmente.


-Hola, Pedro. Pasa, Gabriel está esperándote -dijo la recepcionista.


Pedro hizo que ella pasara a la consulta.


-Pedro, encantado de volver a verte. Tenemos que jugar al golf el sábado. ¿Qué te parece?


-Me voy a Cannes este fin de semana. Pero la semana que viene, encantado.


-Quieres prolongar el verano, ¿eh? Y sin duda disfrutando de la compañía de alguna rubia. Tienes que sentar la cabeza de una vez, Pedro.


-¿Por qué? -preguntó él.


-Tiene que haber alguna buena razón, pero yo no me acuerdo -rió su amigo.


Paula esperaba en la puerta, incómoda. Aquél no era su mundo y estaba segura al cien por cien de que ella no iría a Cannes a pasar el fin de semana y tampoco jugaría al golf en un futuro próximo. Y, por lo que había dicho el médico, era evidente que Pedro tenía fama de mujeriego. Era lógico, además, con ese aspecto físico tan impresionante.


-Ah, esta debe de ser la jovencita a la que tengo que echar un vistazo.- Gabriel Deverille la recibió con una sonrisa-. Pedro me ha contado lo del incidente por teléfono. Vamos a echar un vistazo, ¿eh?


Paula miró a Pedro. No pensaba quitarse la blusa delante de él.


-¿Te importa?


-No, claro que no. Espero fuera



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