viernes, 29 de noviembre de 2019
SECRETOS DE AMOR: CAPITULO 13
Ella tomó el bolso y miro la pantalla. Era su hermano Christian, que estaba viajando por toda Europa y debía de haber llegado a Londres
Llevaba dos años sin verlo y lo echaba mucho de menos, como al resto de su familia.
-Chris, cielo. Estoy deseando verte.
No podía disimular el cariño que había en su voz, el brillo de amor en sus ojos. Pedro la miró un momento antes de volverse hacia Margarita, haciéndole un gesto para que saliera del despacho. Pero por dentro estaba furioso.
Paula cortó la comunicación después de explicarle a su hermano que había dejado las llaves en casa de sus vecinos y prometerle que llegaría a casa lo antes posible. Pero cuando levantó la cabeza descubrió que Margarita no estaba en el despacho y que Pedro Alfonso la miraba con cara de pocos amigos.
-¿Cuándo pensabas hablarme de Chris?
Ella levantó una ceja, sorprendida. ¿Tenía que hablarle de su hermano?
-¿Por qué?
-Supongo que es tu marido.
Paula se puso colorada. ¿Cómo iba a trabajar con aquel hombre si no podía mirarlo sin que le subieran los colores?, se preguntó. Y lo peor era que Pedro sabía el efecto que ejercía en ella y seguramente le parecía divertido. Era muy humillante. Tembló al imaginar que sería la típica secretaria enamorada del jefe y levantó la barbilla, orgullosa. Imaginaba su gesto de compasión si le contaba que estaba divorciada después de un año de matrimonio. Eso sólo reforzaría su opinión de que estaba intentando cazarlo.
-Sí, Chris es mi marido -mintió-. Pense que sabías que estaba casada. No es un secreto. La agencia envió un informe completo sobre mí.
-En ese caso, ¿a qué jugabas en el parque? -preguntó Pedro.
-¿Cómo?
-Yo no sabía nada. No suelo flirtear con las secretarias casadas.
Ni con las solteras. Él siempre había mantenido separada su vida privada de su vida profesional y estaba furioso consigo mismo por esa falta de sentido común. También estaba furioso con ella por no ser sincera. Aunque, la verdad, le molestaba inmensamente que estuviera casada.
-No estaba jugando a nada. No sé a qué te refieres -respondió Paula.
-Por favor... En el parque prácticamente me has invitado a besarte.
-¿Qué?
-Me gustaría saber qué le contarás a tu marido cuando te pregunte qué tal el día -continuo Pedro, sarcástico-. ¿Vas a hablarle de tu jefe? ¿O Prefieres que el pobre tonto no se entere de tus actividades extra profesionales?
Paula lo miró, atónita.
-Por supuesto, no voy a hablarle de un incidente que me ha parecido mas que embarazoso.
-¡Embarazoso! Ah, ya veo... ¿estas diciendo que tu jefe te ha colocado en una posicion embarazosa? ¿Por qué no me denuncias por acoso sexual?
-No seas ridículo. Solo digo que tu viste algo que no era real...
-¿Ah, no?
-No estaba tonteando contigo. Soy una mujer felizmente casada...
-Y ahora supongo que iras a decir que piensas tener un montón de hijos con ese hombre.
-Pues no -contesto Paula, cruzando los dedos a la espalda. No quería que la despidiera porque si la agencia de empleo descubría que no había aguantado ni un solo día con su prestigioso cliente no la llamarían más y su vida dependía de aquel salario-. Ahora mismo estoy dedicada a mi trabajo. No tenemos intención de tener niños.
Pedro la miraba con una expresión indescifrable... aunque él sabía que era decepción. ¿Qué le estaba pasando? Quizá era una crisis existencial pensó, irritado. Aunque no le gustaban particularmente los niños y debería ser un alivio para él que su nueva secretaria no estuviera interesada en tenerlos.
El silencio en el despacho parecía interminable y el golpecito en la puerta hizo que Paula diera un brinco. Y cuando vio a Katrina. el sexto sentido le dijo que había estado escuchando la conversación. Mal asunto.
-La policía está aquí para hablar con Paula -anunció.
-Ah, la policia. Lo que nos faltaba. He contratado a la estranguladora de Boston.
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