viernes, 8 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 9





Con todo ese lío, Paula casi se había olvidado. Sintió que se le secaba la boca y no fue capaz de contestar a sus amigas. Respiró hondo y notó que se le ponía la carne de gallina. ¿Podría hacerlo? Lo único que la salvaba era que con ese aspecto, nadie la reconocería. ¿Quizá podría aparecer con otro nombre?


—Vale, ya estás. Ya puedes mirarte —la voz de Lila interrumpió sus pensamientos.


Se puso en pie y se dirigió a su dormitorio para mirarse en el espejo de cuerpo entero que tenía detrás de la puerta. Silvia, Lila, Yanina, y la perra Lucy, la siguieron. Los zapatos de tacón hacían que se tambaleara a cada paso.


—No te preocupes. Te acostumbrarás —le prometió Yanina. Paula lo dudaba, pero no dijo nada.


Cuando se puso delante del espejo, no pudo creer lo que veían sus ojos y no fue capaz de pronunciar palabra. No podía creer que la imagen que veía reflejada era la suya. La habían transformado por completo. La habían peinado como a una actriz de cine francés, y el maquillaje hacía que resaltara el azul de sus ojos y el rojo de sus labios. Había aceptado ponerse las lentillas para el evento, y Yanina le había llevado un líquido que hacía que le resultaran más cómodas. Casi no las había notado en toda la noche.


El vestido era de raso azul y resaltaba la figura de Paula. No tenía tirantes y se acomodaba en su generoso busto.


—¿No creéis que tiene demasiado escote? —preguntó a sus amigas.


—Para nada —contestaron al unísono.


—¿No es demasiado ceñido por detrás? —preguntó.


—Así es como tiene que quedar —le aseguró Silvia.


—Además, no tienes nada que esconder, Paula—añadió Lila.


—Y no podría esconder nada, con este modelito —murmuró Paula.


—Estás guapísima, Paula, de verdad —dijo Yanina—. Sé que vas un poco más sexy de lo normal, pero todas van a ir vestidas así. No te encontrarás fuera de lugar.


—Y recuerda, todo es por una buena causa —le dijo Silvia—. Ah, casi se me olvida. Tienes que llevar algunas joyas. ¿Qué te parecen estos pendientes?


Silvia le dio unos pendientes largos de perlas. Paula se los puso y se miró en el espejo.


Tenía que admitir que estaba muy bien. Mejor que bien. Estaba preciosa… No pensaba vestir así el resto de su vida, pero para divertirse una vez…


—Es como Cenicienta —dijo Silvia. Después, al ver la expresión de Paula añadió—: No te ofendas, Paula. No lo decía en el mal sentido.


—Lo sé —dijo Paula con una sonrisa—. Es como Cenicienta… si su hada madrina comprara en Victoria's Secret.


—Perfecto. Ahora solo nos queda conseguir al príncipe.


De pronto, Paula pensó en Pedro Alfonso. Después se enfadó consigo misma. Pero pensó que le gustaría que la viera vestida así. 


Entonces, se aterrorizó al darse cuenta de que quizá él acudiera al evento. Tenía que enterarse de si iba a asistir. Silvia era la organizadora del evento y seguro que tenía acceso a la lista de invitados.


Decidió no preguntárselo en ese momento. Sus amigas se pondrían curiosas y le harían miles de preguntas.


—Bueno, ¿ya hemos terminado? ¿Puedo ponerme el chándal otra vez? —preguntó Paula.


—Ojalá, Rosa pudiera verte. ¿Puedo llamarla? —dijo Lila.


Con el paso del tiempo, todas se habían hecho amigas de Rosa Carson. Ella era como una madre y todas la querían. Rosa era la única persona a quien Paula permitiría que la viera así.


—Oh, sí. Vamos a llamarla —Paula se volvió y descolgó el teléfono.


—Espera, creo que no estará —dijo Yanina—. Los lunes trabaja en el albergue.


—Es cierto. Me había olvidado —contestó Paula y colgó el teléfono. Rosa era una mujer muy activa y trabajaba dos noches a la semana en la cocina de un albergue para indigentes. Casi nunca llegaba a casa antes de las diez, y solo eran las nueve.


—Va a ir a la subasta —dijo Silvia—. Es más, creo que voy a encargarle que te acompañe para que no salgas huyendo en el último momento.


—¿Quién yo? ¿Salir huyendo? —preguntó Paula—. No seas tonta.


Intentó desabrocharse el vestido y Silvia la ayudó.


—Sin comentarios —dijo—. Lo único que tienes que hacer es ponerte el vestido y los pendientes. Yo te peinaré y te maquillaré en los camerinos.


Al poco rato, sus amigas recogieron todo y se marcharon. Lila se marchó por el pasillo, Silvia subió a la cuarta planta, donde estaba su casa, y Yanina se dirigió a la casa nueva que compartía con Erik y que solo estaba a unas manzanas de allí. Paula salió para dar un rápido paseo con Lucia y después se preparó para irse a la cama. 


Necesitó casi un bote de crema y una caja de pañuelos de papel para quitarse todo el maquillaje.


Cuando se metió en la cama y se disponía a apagar la luz, vio el vestido azul colgado en la puerta del armario. Con los zapatos a juego justo debajo, el vestido parecía el fantasma de su nuevo ser. «Mi gemela malvada», bromeó.


¿Sería capaz de participar en la subasta? Se lo había prometido a Silvia y todas contaban con ella. No podía decepcionarlas.


Pero, ¿y si Pedro Alfonso estaba allí? Entre toda la multitud no le resultaría difícil evitarlo. Ni siquiera tendría que saludarlo. Pero aun así, preferiría morir antes de permitir que él la viera haciendo ese espectáculo. No le quedaba más remedio que ir, independientemente de si él estuviera entre el público o no.


Paula no sabía qué iba a hacer cuando llegara la hora de la verdad. Y solo le quedaban cuatro días para averiguarlo.

1 comentario: