lunes, 11 de noviembre de 2019

PARA SIEMPRE CONTIGO: CAPITULO 20





—Uau, ¿quién te ha enviado estas rosas? —preguntó Silvia cuando entró en el despacho de Paula el martes por la mañana.


El gran ramo de flores que había sobre la mesa no podía pasar desapercibido, y por supuesto, Silvia quería saber todos los detalles.


—Un… cliente —contestó Paula. Intentó contener la sonrisa que le salía cada vez que pensaba en Pedro, pero no lo consiguió. Las rosas le habían llegado esa mañana con una nota que decía: Te echo de menos, Pedro. Ella la había guardado en su bolso para que no la viera nadie.


Por algún motivo, no le quería contar a nadie lo que había pasado entre ella y Pedro. Ni siquiera a Silvia. Pero Silvia la conocía muy bien, y sabía a qué se debía el brillo de sus ojos. 


Paula intentó cambiar de tema.


—¿Me he perdido algo importante en la reunión de esta mañana?


Como tenía que trabajar en la Colección Para Siempre y en el encargo de Pedro, su jefe le había dicho que no hacía falta que asistiera a la reunión. Paula le estaba agradecida por ello.


Silvia se sentó junto a la mesa de dibujo de Paula y cruzó las piernas.


—Nada nuevo. Han tratado de fijar un calendario de producción para la Colección Para Siempre, pero estoy segura de que eso te lo contará Franco —Silvia la miró dejando claro que no pensaba cambiar de tema—. Entonces, ¿hay alguna relación entre que llegaras tarde esta mañana y ese invernadero móvil?


—Quizá —admitió Paula.


—¿Y este cliente, es el mismo que te envió un jersey la semana pasada? —continuó Silvia.


Paula miró a su amiga.


—En serio, Silvia, deberías abrir una agencia de detectives. Eres muy buena.


Silvia se encogió de hombros y dijo:
—Es Pedro Alfonso, ¿verdad? Él fue quien te compró en la subasta, y Yanina me dijo que la semana pasada te llamó para que lo atendieras en la sala de exposiciones. No llegué a verlo en la subasta, pero Yanina dice que es muy atractivo. ¿Por qué no nos has contado que estás saliendo con él?


Paula se reclinó en el asiento y dijo:
—Por el amor de Dios, sí, me compró en la subasta, pero lo único que hicimos después fue tomar un café. Desde entonces lo único que hemos hecho ha sido cenar juntos. Una cena de negocios —añadió—. En serio, no ha pasado nada —insistió. Pero Silvia la miraba como si no tuviera escapatoria—. Bueno… prácticamente nada. Quiero decir, no ha sucedido nada que la gente pueda pensar que es algo… Pero, por supuesto, como yo no salgo mucho con chicos, bueno no salgo nada… a mí me parece algo. Aunque, en realidad no fue…


—Paula, estás balbuceando —la interrumpió Silvia—. Ese hombre te gusta de verdad, ¿no?


—Sí… me gusta —admitió Paula—. Y eso me asusta, Silvia. Es tan… tan…


—¿Perfecto? —preguntó Silvia.


—Es demasiado perfecto —contestó Paula con un suspiro—. Es inteligente, amable, considerado… Anoche me dijo que no iba a permitir que tuviera ninguna excusa para alejarme de él. Creo que lo dice en serio.


—Parece como si ya te conociera muy bien —dijo Silvia entre risas—. Pero si es tan maravilloso, ¿por qué ibas a querer separarte de él?


—Tienes una visión muy optimista acerca de las relaciones. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo. Pero yo no tengo mucha suerte con los hombres. Da igual lo maravillosos que parezcan, después nunca me sale bien.


Silvia miró a Paula con cara de lástima. No le dio más consejos ni le hizo más preguntas, solo le tomó la mano y le dio una palmadita. Paula no tenía muchos amigos, y en esos momentos apreciaba mucho el apoyo de Silvia.


—¿Vas a volver a verlo?


Paula asintió.


—El sábado por la noche vamos a ir a una inauguración en el Bentley Museum. Dan un cóctel para los donantes importantes.


—Uau, no puedes faltar. ¿Qué te vas a poner?


—Aún no lo he pensado. Me ha dicho que no era un acto formal. ¿Pero qué significa eso para un millonario?


Después de repasar el vestuario de Paula, las dos mujeres decidieron ir de compras el jueves por la tarde. Silvia tenía mucho estilo y Paula estaba encantada de que su amiga la aconsejara.


—Entonces… después del sábado, ¿no vas a volver a verlo? ¿Eso es lo que piensas hacer?


Paula se levantó de la silla y paseó de un lado a otro del despacho.


—No sé. No sé qué hacer.


Silvia también se puso en pie.


—¿Por qué no te relajas… y vas poco a poco? Ya lo irás viendo.


—Al menos una de nosotras confía en mi instinto para los hombres.


—Confía en tu corazón, Paula —le aconsejó Silvia con una sonrisa.


Silvia cambió de tema y se puso a hablar de la subasta. Había sido un éxito y había servido para unir un poco más a los empleados de Colette. Paula admitió que se alegraba de que sus amigas la hubieran convencido para que participara.


Cuando Silvia se marchó, Paula se quedó a solas con las rosas y reflexionó sobre el consejo que le había dado su amiga.






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