jueves, 31 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 29




Pedro miró con frustración la estantería que acababa de hacer. A pesar de haberla medido una y mil veces, seguía torcida.


Parecía que la galería comenzaba a tomar forma. Pero no quería gastar más dinero en el negocio, prefería dejarlo para hacer algún viaje, como por ejemplo a México, para pescar con sus amigos. También necesitaba saber que le resultaría fácil cortar los lazos con Paula si decidía que había llegado el momento de volar.


Aunque parecía que esos lazos cada vez eran más fuertes. Durante el día escuchaba su máquina de coser, o la oía hablar con los clientes… Lo cierto era que estaba más pendiente de ella que del trabajo que tenía enfrente de sus propias narices. Tenía que admitirlo, había quedado atrapado en el mismo instante que cayó en la trampa de los gemelos.


-¿Nos haces algo?


Con el susto de oír aquella vocecilla de repente, Pedro se pegó un martillazo en el dedo.


Los gemelos lo observaban con cara de inocencia, pero él no pudo sino devolverles una mirada de tremenda rabia.


-¡Maldita sea! ¿Es que nadie os ha enseñado que no podéis colaron en los sitios de esta manera?


-No -respondió Marcos alegremente.


-De lo que estoy seguro es de que vuestra madre os ha dicho que no os metáis aquí sin permiso.


-¿Nos haces algo? -volvió a preguntar Abril como si Pedro no hubiera dicho ni palabra-. Mamá nos dijo que habías hecho el árbol del que colgaban los globos, lo tiene al lado de la cama. A nosotros también nos gustan los globos.


Pedro parpadeó para volver a concentrarse en esa alocada conversación, ya que se había quedado pensando en que Paula tenía su árbol junto a la cama.


-Pero los globos no los hice yo.


-No importa. Entonces haznos otra cosa.


«¡Qué niños tan encantadores!»


Tuvo que hacer un gran esfuerzo para relajarse y no dar rienda suelta al mal genio que se estaba apoderando de él. Dado que parecía que iba a tener que tomarse un descanso, dejó el martillo sobre la estantería.


-¿Y por qué iba yo a querer haceros algo?


-Porque si lo haces, le diremos a mamá que nos caes bien.


Nada como un poco de chantaje.


-¿Y qué os parece si vuelvo a llevaros con vuestra madre y le digo lo que habéis venido a hacer?


-Tú no harías eso -advirtió Abril con total seguridad.


-¿Por qué no?


-Porque mamá se pondrá muy triste si se entera de que hemos vuelto a pasar por el túnel, y tú no quieres ponerla triste -añadió con una malévola sonrisa.


Aunque se tratara de un chantaje puro y duro, tenía que reconocer que lo que decía era cierto. 


No quería molestar a Paula por una tontería así. Parecía que por fin estaba consiguiendo poner en orden su vida y eso era lo que él deseaba para ella. Y no solo porque ella fuera feliz.


-Tenéis razón. Vuestra madre me gusta mucho -y eso era quedarse corto-. Bueno, ¿y para qué habéis venido?


-Estaba demasiado ocupada como para controlarnos y hay otra mujer en ropa interior en nuestro cuarto de juegos, así que decidimos dejarla «en pirado».


-¿Cómo?


-Sí -empezó a explicarle Marcos-. Mamá nos ha dicho que las clientas prefieren estar «en pirado» cuando se quitan la ropa.


-Probablemente quería decir en «privado» -corrigió Pedro reprimiendo la risa-. A veces la gente quiere estar sola, a eso se le llama «estar en privado».


-Ya, como cuando tú miras a todos lados antes de besar a mamá.


Estaba claro que no había mirado con demasiada atención.


-Sí, más o menos como eso.


Entonces los gemelos empezaron a dar vueltas por la galería, justo como lo había hecho su madre unas semanas antes: tocándolo todo, probando cada uno de los instrumentos…. Y poniendo a Pedro al borde de un ataque de nervios.


«Relájate. Déjalos que miren y que toquen lo que quieran. Prometiste que pasarías más tiempo con ellos. ¿Qué más da si se cae algo y se rompe en mil pedazos? ¿Qué importaría que hubieras tardado treinta horas en hacerlo?»


Justo cuando estaba intentando convencerse para tener paciencia, tuvo que dar un salto para atrapar, a ras del suelo, un instrumento de ébano que se le había escurrido a Marcos de las manos.


-Ya que esa mujer quiere estar en privado, ¿podemos jugar aquí? -le preguntó Marcos como si estuviera acostumbrado a que la gente tuviera que saltar para agarrar al vuelo las cosas que él tiraba.


-Chicos, hoy no es un buen día. Tengo muchas cosas que hacer.


-No tienes tiempo para estar con nosotros -resumió Abril con tristeza-. Igual que papá. Venga, Marcos, vámonos -le dijo a su hermano-. Un papá de verdad nunca sería tan malo.


-Maldita sea -protestó Pedro en cuanto hubieron salido de allí.


Había vuelto a meter la pata. Ahora esos dos irían corriendo a decirle a su madre lo mal que se había portado con ellos. Tenía que hacer algo.




1 comentario: