jueves, 31 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 27




La respiración de Pedro formaba pequeñas nubes de vaho en la fría mañana de otoño mientras hacía tiempo en el aparcamiento de detrás de la tienda. Pronto llegaría Paula de dejar a los niños en el colegio, pronto pero no lo bastante. La paciencia nunca había sido una de sus virtudes, aunque había conseguido aguantar sin verla dos días, durante los cuales había intentado desenmarañar el nudo de deseo y confusión que había provocado en él su último encuentro.


No estaba dispuesto a rendirse, pero tampoco estaba preparado para la casita de campo con dos perros y dos niños salvajes acechando detrás de cada arbusto. Necesitaba tiempo y a la vez quería darle una señal de que tenía la intención de adaptarse. Con un poco de suerte eso sería suficiente.


Paula dio la vuelta a la esquina y se detuvo de golpe, tenía las mejillas sonrojadas y el pelo suelto como de costumbre. Se quedó mirándolo con la boca abierta.


-¿Qué le ha pasado a tu pelo?


-¿Te gusta? -respondió él pasándose la mano por la cabeza.


-¡No!


¡Dios! Parecía estar a punto de echarse a llorar. 


Bien por su maravilloso gesto simbólico. 


Mientras el peluquero paseaba las tijeras por su cabellera, Pedro no había dejado de pensar en la reacción de Paula; había imaginado que se reiría o, en el peor de los casos, que no le daría ninguna importancia. Pero nunca pensó que se pondría a llorar.


-No te pongas así, es solo pelo.


-Sé que solo es pelo, pero, ¿por qué lo has hecho?


A veces entender a las mujeres era como hacer un examen: las preguntas que parecían más sencillas en realidad eran las más peliagudas.


-Pues porque tú me dijiste que lo hiciera.


-¿Qué?


-Sí, hace un par de días… me dijiste que me cortara el pelo. ¿No te acuerdas?


Aquel resoplido de desesperación lo hizo entender que había vuelto a meter la pata.


-¡Pero te lo decía en sentido metafórico!


-Entonces yo me lo he cortado en sentido metafórico.


-¿No entiendes lo que trataba de decirte? -no le dio oportunidad de contestar; casi mejor, porque él no estaba preparado para responder a más preguntas con trampa-. El problema no es tu pelo, es el momento de tu vida en el que estás. Tú estás buscando diversión, y me parece muy bien, no digo que no lo merezcas. Pero yo tengo que recuperar el tiempo perdido, quiero ocuparme de mis hijos y construirme una carrera.


Pedro tuvo la sensación de que todos sus planes caían sobre él como una guillotina. Podría darle el dinero que necesitaba para empezar su negocio, pero… entonces nunca sabría si lo quería por él o por su dinero.


-El problema es que vamos por caminos muy diferentes -concluyó Paula agitando la cabeza.


-Entonces nos veremos en el próximo cruce -le dijo bromeando con tristeza-. Vamos, no lo hagas tan difícil.


-Solo estoy intentando ser realista.


Pedro estuvo a punto de soltar una carcajada mezcla de frustración y perplejidad.


-¿Y por qué quieres hacer eso?


-Porque alguno de los dos tendrá que hacerlo.


-¿Por qué?


Paula miró al suelo y luego alzó la vista a sus ojos.


-Porque así es como tienen que ser las cosas.


¿Quién demonios la había hecho creer eso? 


Seguramente ese cretino de Aldo.


-¿Y por qué no seguimos siendo los dos un par de soñadores y vemos qué nos traen nuestros sueños?


-No voy a fingir ser alguien que no soy -respondió tajantemente-. Y más vale que aceptes cuanto antes que Abril y Marcos siempre formarán parte de mis decisiones…


-Eso te prometo que ya lo he entendido y lo he aceptado. Te lo prometo.


-… tampoco quiero que tú intentes ser alguien que no eres. Eso nunca funciona, lo sé por experiencia. Yo intenté cambiar solo para tener contento a Aldo y casi acaba conmigo.


Pedro le pasó la mano por la mejilla.


-Aldo era un idiota. Lo único que quiero es que seas lo que tú quieras ser.


En su rostro apareció una tímida sonrisa.


-Por eso no te preocupes, Alfonso, he aprendido la lección. Ahora puedo decir que estoy contenta conmigo misma y estoy orgullosa de lo que he conseguido.


-Tienes motivos para estarlo -por algún motivo en el que prefería no indagar, él también se sentía orgulloso de ella-. En cuanto a mi pelo… a mí me da igual tenerlo-largo o corto. La verdad es que me lo dejé tan largo solo para molestar a una antigua novia -se encogió de hombros algo avergonzado-. Y ahora me lo he cortado para demostrarte que estoy dispuesto a hacer algunos cambios. Pero creo que íbamos demasiado deprisa -le puso las manos sobre los hombros-. De verdad, comprendo que pienses en tus hijos -respiró hondo para encontrar las fuerzas necesarias para hablarle con total sinceridad, como a ella le gustaba-. Pero no puedes esperar que yo me convierta en su padre así como así. Lo que no creo que me haga ningún daño es pasar más tiempo con ellos. ¿Qué te parece?


Lo miró durante unos segundos como intentando descubrir un ápice de duda en él.


-De acuerdo -dijo por fin.


-¿Crees que volverán a intentar atarme a la acera?


-Por eso no te preocupes -respondió sonriendo-. Nunca repiten el mismo golpe.


-¿Y eso es bueno?


-Te prometo que en cuanto pases un poco de tiempo con ellos, te parecerán tan especiales como me lo parecen a mí.


Pedro asintió sin saber qué decir, porque toda su vida había tenido muy claro que prefería enfrentarse a cualquier cosa antes que a un niño. Ahora no tenía alternativa, al menos ninguna que quisiera aceptar.


-La verdad es que me gustaba mucho tu pelo - admitió Paula.


No pudo reprimir una sonrisa de orgullo.


-¡Ya veo! ¿Habías tenido alguna que otra fantasía sobre mi pelo?


-Que no se te suba a la cabeza.


-Mira -le dijo tomándole la mano y llevándosela a la cabeza-. Toca ahora. Sé que no es lo mismo, pero a lo mejor se te ocurre algo. Debe ser agradable sentirlo en contacto con la piel…


-Vale, vale, ya me hago a la idea -lo interrumpió retirando la mano.


-Bueno, pero solo para asegurarme -la agarró por la cintura y la acercó a su cuerpo. Sabía que quería que la besara, pero en su lugar le susurró una íntima fantasía al oído. Se quedó unos segundos en silencio disfrutando de su aroma y después, en un acto de autocontrol, se separó de ella-. Piensa en eso.


-Sí, tú también -respondió ella de lejos con una sonrisa que era la imagen de la tentación-. Y recuerda que en ese juego pueden participar dos.


-Y los dos pueden pasarlo bien -y él se iba a asegurar de que así fuera.




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