jueves, 31 de octubre de 2019

UN HOMBRE MUY ESPECIAL: CAPITULO 28





Pasaron volando dos semanas, y fueron las más felices de la vida de Paula. Fueron los cuatro juntos a cenar, a jugar al parque o a patinar a la pista de hielo. Los gemelos se estaban portando tan bien, que había empezado a preguntarse si los verdaderos Abril y Marcos no habrían sido abducidos y sustituidos por dos impostores mucho más tranquilos y educados. Los observó jugando en la trastienda y pensó que ojalá siguieran así las cosas.


-Vaya, bonito… payaso -dijo mirando la figura de arcilla que habían hecho.


-No es un payaso -respondió Marcos-. Es nuestro verdadero papá.


Los psicólogos ya le habían advertido que la rabia y el enfado acabarían aflorando en sus hijos y, obviamente, un Aldo que pudieran estrujar era una buena manera de liberar su enfado hacia él. Paula se quedó mirándolos en silencio unos segundos.


-Hablando de papás… quiero preguntaros algo.


-¿El qué? -respondieron al unísono pero sin levantar la cabeza de su figurita.


-¿Cómo es que no le habéis hecho a Pedro el juego del papá?


Ninguno de los dos dijo ni una palabra durante un largo rato.


-Porque nos dijiste que no lo hiciéramos -respondió Marcos por fin.


-Hay un montón de cosas que os digo que no hagáis y aun así las hacéis. ¿Por qué ahora sí me habéis obedecido?


-Porque esto es importante -esa vez fue Abril la que contestó-. Además, Pedro nos cae bien. Es estupendo.


-Eso está muy bien, yo también creo que es estupendo. Pero, de todos modos, os habéis estado comportando de una manera muy rara últimamente.


-Solo hemos sido buenos.


-Eso es precisamente a lo que me refiero. Sé que os dije que Pedro no está acostumbrado a estar con niños, pero eso no quiere decir que tengáis que actuar como robots…


-Es que queremos gustarle -explicó Abril-. No queremos que se vaya como hizo papá.


Directo al corazón.


-Pero eso no fue culpa vuestra. Veréis, lo que quiero que hagáis es que os comportéis con normalidad, dejad que llegue a conoceros como realmente sois.


Marcos soltó la arcilla un momento.


-¡Bieeeen! ¿Eso significa que podemos…?


Paula levantó la mano para detenerlo antes de que fuera demasiado tarde.


-No, no podéis hacerle el juego del papá, ni atarlo, ni pintarle la furgoneta ni nada parecido. Solo… sed vosotros mismos. Pero con mejores modales. ¿De acuerdo?


-De acuerdo.


En ese momento sonó la campanilla de la puerta de la tienda.


-Debe de ser mi próxima clienta. Chicos, necesito que salgáis de aquí un rato para que pueda probarse el vestido. ¿Por qué no vais a jugar a casa un rato?


Marcos y Abril aplastaron el Aldo de arcilla y salieron de allí corriendo.



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