martes, 22 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 73





El avión que llevó a Paula hasta la República Dominicana era pequeño y ruidoso. Sólo había otros cuatro pasajeros en el aparato. Se pasó gran parte del vuelo con los ojos cerrados, intentando no pensar en las turbulencias.


Se había portado como una cobarde y les había dejado a Margo y Hernan una nota a modo de despedida. Sabía que era infantil, pero no podía decirles adiós en persona, era demasiado doloroso. Prefería dejar las cosas así, con la sensación de que volvería a verlos de nuevo algún día.


Se aferraba a esa idea para no sentirse peor, porque sabía que la perdida de Pedro sí era real.


Miró por la ventana. Todavía podía ver la isla de Tango en la distancia. No tenía ninguna duda, su vida había cambiado por completo en aquel lugar. Allí se había enamorado de un hombre que había conseguido que quisiera ser mejor persona, alguien que nunca iba a tener la oportunidad de comprobar por sí mismo si ella había conseguido mejorar o no.


Pensó también en Luis y en su mirada después de que lo dejara de nuevo en el orfanato. 


Recordó cómo Lyle le había sugerido que lo adoptara. La idea le había parecido una locura en ese momento, pero no pudo menos de pensar que, si no lo hacía, quizá fuera por puro egoísmo.


Pero se dio cuenta de que no era así. Le parecía que no debía adoptarlo porque no era lo suficientemente responsable para hacerlo. Las decisiones que había tomado en su vida así lo demostraban. Pero, por otro lado, sabía que si quería cambiar no podía seguir excusándose en el pasado.


Se le abrieron los ojos poco a poco y supo lo que tenía que hacer. El primer paso de su nueva vida tenía que ser ese. Necesitaba a Luis tanto como él a ella.


Observó la isla de Tango haciéndose cada vez más pequeña en el horizonte. Esperó a que desapareciera y dejó de mirar por la ventana, convencida de que volvería muy pronto.



***


A las tres de la tarde. Margo salió del hotel siguiendo al botones que llevaba su equipaje. 


Había estado llamando a Paula a su habitación durante la última hora, pero no había conseguido localizarla. Fue hasta recepción y preguntó por ella. Allí le dijeron que Paula Chaves había dejado su habitación hacía un par de horas.


No podía creerse que no se hubiera despedido de ella, pero la recepcionista le dio entonces un sobre.


—Su padre me pidió que le diera este mensaje.


Margo miró a su alrededor y lo buscó con la mirada, no estaba allí. Abrió entonces el sobre y leyó la carta.


Mi queridísima Margo:
Espero que sepas a estas alturas, a pesar de lo mal que se me da demostrarlo, cuánto te quiero. Creo que a veces es complicado apartarse un poco para ver nuestras propias acciones con mirada objetiva. Desde el día que fuiste devuelta a mis brazos, cuando pensaba ya que no iba a volver a verte, he intentado mantenerte siempre a mi lado. Supongo que me aterraba que fueras a desaparecer de nuevo. Espero que valores más mi intención que mis errores, aunque sé que ha habido muchos.
Este viaje ha sido muy importante para los dos. Yo me he dado cuenta de que todo lo que quiero es verte feliz. Y tú… Bueno, eso lo tendrás que averiguar por ti misma.
Te quiere.
Papá



Las últimas palabras hicieron que se le nublara la vista. Cubrió su boca con la mano y fue hasta uno de los sillones del vestíbulo. Se sentó y volvió a leer la nota.


—Hola.


Levantó la vista. Hernan estaba frente a ella, la miraba con indecisión y algo de timidez.


—¿Sabes algo de esto? —le preguntó con la carta en la mano.


—Sólo quiere que seas feliz, cariño —le contestó con suavidad.


—¿Qué le dijiste?


—Que quiero ser el hombre responsable de tu felicidad.


No podía parar de llorar, eran demasiadas emociones.


—Hernan, sé realista. Esto no puede funcionar…


Él se sentó a su lado y tomó las manos de ella entre las suyas.


—Para que funcione, todo lo que necesitamos es que los dos lo queramos. Basta con eso.


Nunca se habría imaginado con un hombre como el que estaba delante de ella. Sus vidas no tenían nada que ver, pero se dio cuenta de que eso no implicaba que no pudieran encontrar una vida para los dos, un camino común. Sabía que era un salto al vacío, un acto de fe, pero quería arriesgarse y comprobarlo por sí misma.


Le dio la mano a Hernan y sonrió.





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