sábado, 12 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 39




Pedro estaba sentado en un muro cercano a la zona de compras. Estaba muy inquieto. Sacó el móvil y comprobó que no tenía ningún mensaje ni llamadas perdidas. Intentaba controlarse para no escuchar el contestador cien veces al día, pero el optimismo del detective había conseguido darle nuevas esperanzas.


Creía que sería más fácil aceptar que no iba a volver a ver a su hija que seguir esperando y esperando sin saber cómo ni dónde estaba.


Sabía que siempre la buscaría, aunque tuviera que pasarse así el resto de su vida. Se sentía culpable por no haberse dado cuenta de lo que tenía hasta que desapareció de su vida. Rezaba cada día para tener la oportunidad de corregir sus errores.


Vio a Paula y a las otras tres mujeres. Salían de una de las tiendas. Hernan había ido al mercado que había cerca de allí para comprarles botellas de agua.


Comenzó a llamar a las mujeres, pero se detuvo al ver que Paula observaba a una joven que tenía un bebé en brazos. La mujer era delgada, muy delgada, sus brazos no eran más que huesos y tenía las mejillas hundidas. Estaba al lado de una pequeña mesa en la que había expuestos collares y pulseras hechos con cuentas de madera de vivos colores.


Paula se acercó a ella, le sonrió y tomó uno de los collares. Le dijo algo a la joven y ésta sonrió también.


El bebé empezó a llorar y la mujer le frotó la frente con al mano. A pesar de estar a cierta distancia. Pedro podía ver cómo el bebé movía la boca. Debía de tener hambre. Se preguntó si aquella mujer podría darle de comer.


Miró de nuevo a Paula y vio que parecía muy preocupada, estaba seguro de que estaba pensando lo mismo que él.


Paula se giró y dijo algo a las otras mujeres, que se acercaron a la mesa y comenzaron a examinar los collares. No tardaron más que unos minutos en elegir cada una varias piezas de bisutería. Cuando terminaron, no quedaba nada sobre la mesa. Le pagaron y la mujer les entregó bolsitas con sus compras mientras les sonreía agradecida.


Hernan volvió entonces con el agua y le entregó una botella a Pedro.


—¡Ahí están! —exclamó Hernan al ver a las pasajeras.


—Sí… —repuso el mientras tomaba un trago.


—Parece que han arrasado comprando —comentó Hernan mirando las bolsas.


Paula miró entonces hacia donde estaban ellos y levantó el brazo con timidez para saludarlo. Él se quedó mirándola unos instantes. En cierto modo, sentía que la estaba viendo por primera vez.



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