jueves, 10 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 35




Paula lo observó mientras subía a bordo. Sentía curiosidad, pero también recelo. No sabía nada de él ni de lo que le había pasado, pero era fácil sacar algunas conclusiones.


Pedro Alfonso no era el tipo de hombre que le convenía. Lo más inteligente era ignorarlo durante el resto del viaje y no pensar más en él. 

La experiencia le había demostrado que los hombres como él sólo podían traerle problemas



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Bucear por parejas había sido idea de Hernan.


El padre de Margo había tenido la intención de pasar la mañana en compañía de ella y no podía evitar sentirse algo culpable al dejarlo colgado. 


Por otro lado, también estaba disfrutando de su rebeldía esos días.


A pesar de ser una mujer moderna, no podía evitar sentirse como un bicho raro. En toda su vida, sólo había salido con dos hombres y los dos se los había presentado su padre.


Pero le bastaba con mirar el torso desnudo de Hernan y sus bien torneados brazos para arrepentirse de todo lo que había dejado pasar.


Bajó al agua y se colocó las gafas y el tubo de buceo. Sin mirar atrás, comenzó a nadar para alejarse del barco. Sólo quería poner algo de distancia entre Hernan y ella. Creía que, después de todo, quizá no hubiera sido buena idea juntarse con él para bucear.


Durante un tiempo, se dejó llevar por el agua color turquesa y el maravilloso mundo que estaba descubriendo bajo la superficie. Los peces, de vibrantes colores y extrañas formas, estaban impresionándola más de lo que había esperado.


Estaba tan ensimismada con todo aquello que no pudo evitar sobresaltarse cuando notó que alguien le tocaba el hombro. Salió a la superficie de golpe.


Hernan estaba frente a ella.


—Me has asustado —le dijo Margo.


—¿Qué prisa tienes? Has salido del barco disparada, como si fueras a apagar un fuego.


Se quedó sin palabras unos segundos. No podía decirle que tenía bastante que ver con la manera en que su torso desnudo estaba afectando a los latidos de su corazón.


—Bueno, estaba deseando empezar cuanto antes —le mintió—. Hacía años que no buceaba. Esto es increíble.


Hernan le sonrió. Una media sonrisa que le decía que le estaba costando comprenderla, que no estaba acostumbrado a tratar con mujeres como ella.


—Bueno, si es tan increíble, será mejor que sigamos buceando, ¿no?


Se deslizaron por debajo de la superficie durante unos diez minutos. Nadaban en paralelo. Casi se había olvidado de que estaba a su lado hasta que giró la cabeza una de las veces y se dio cuenta de que Hernan la estaba mirando a ella en vez de observar a los peces. Tuvo la extraña sensación de estar cayendo y se preguntó si caería sobre algo duro o blando.


Un grupo de pequeños y transparentes peces se dirigía hacia ellos. Se preguntó si debería echarse a la izquierda y dejar que Hernan se moviera a la derecha para dejar paso a los peces. Había empezado a alejarse de él cuando Hernan agarró su mano y tiró de ella. Nadaron juntos y de frente, atravesando el grupo de peces, que se abrieron en dos para darles paso.


Miró entonces a Hernan, sabía que ella estaba sonriéndole con los ojos. Vio la misma sonrisa en la mirada de ese hombre. Siguieron nadando y él no le soltó la mano ni un segundo, como si fuera allí donde quisiera tenerla, siempre a su lado.



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