sábado, 5 de octubre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 19




Casi una hora después. Pedro ayudó a Paula a subir de nuevo al barco. No entendía por qué había tenido que hacer aquello.


En cuanto la había visto mareada, había sentido la necesidad de ayudarla. Había pasado media hora metido en el agua con ella y rodeando su cintura con el brazo. No había dejado de insultarse mentalmente por ponerse en una situación tan comprometida con aquella mujer. 


Después de todo, nadie se había muerto nunca por estar un poco mareado. Si Hernan se hubiera despertado entonces y lo hubiera visto con ella en el mar, se habría arriesgado a que ya no lo dejara en paz durante el resto del viaje.


Dejó el bote en el agua. Pensó que ya lo subiría más tarde. En ese instante, su principal cometido era que Paula volviera cuanto antes a su camarote.


Ella se desenganchó el chaleco y se lo quitó. Su camisón de algodón blanco estaba completamente húmedo y se pegaba a su cuerpo como una segunda piel.


Pedro apartó la vista de inmediato. Sabía que se había sonrojado ligeramente.


Ella dejó el chaleco en cubierta y cruzó los brazos sobre el pecho. Estaba claro que acababa de darse cuenta de que la prenda revelaba más que cubría.


—Gracias por tu ayuda —le dijo—. Creo que ya estoy bien del todo.


Cruzó la cubierta y bajó deprisa las escaleras. Él recogió los chalecos y los guardó en su sitio. 


Pensativo, se dijo que esa mujer debería llevar consigo etiquetas de advertencia, igual que muchos aparatos. Sólo hacía unas horas que la había conocido, pero algo le decía que iba a traerle problemas.


No sabía muy bien por qué lo pensaba, pero sabía que tenía razón.


Lo sabía.



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