viernes, 27 de septiembre de 2019

UN ÁNGEL: CAPITULO 29




¡Pedro, despierta! ¿No has oído el silbato? Han encontrado al chico.


—Sí ya lo sé —dijo abriendo los ojos.


En su mayoría los hombres habían vuelto cuando el caballo apareció entre los árboles. La señora Peterson dio un grito de alegría y corrió hacia él. Su marido la siguió más despacio, confundido porque sentía una enorme gratitud hacia alguien que no quería que le gustara.


—Cougar me encontró y Paula bajó por el barranco. Fue muy valiente. Y luego Cricket tiró de nosotros hasta el camino.


—Con cuidado —dijo Paula ayudándolo a bajar de la silla—. Se ha hecho daño en el tobillo, puede que esté roto.


—¡Dios te bendiga! —dijo Myra Peterson mirando a Paula, con lágrimas en los ojos—. No sé por qué has hecho esto por nosotros, que nos hemos portado tan mal…


—Gracias —dijo el hombre tendiéndole una mano a Paula.


—De nada, me alegro de haberlo ayudado. Pero será mejor que lo lleve al médico a que le mire ese tobillo.


—¡Espera! —gritó Will—. Quiero darle las gracias a Cougar. ¿Me dejas que vaya a jugar con él de vez en cuando?


—Creo que le gustaría mucho, si a tus padres les parece bien.


—Claro que puedes —dijo su madre de inmediato, dejando sorprendidos a todos—. Pero ahora tienes que ir a ver al doctor Swan.


—No puedo caminar, mamá.


—Yo te llevo, si quieres —le ofreció Marcos.


Will miró al gigante temeroso, pero cuando vio cómo Cougar se frotaba contra él, aceptó. 


George Peterson parecía que quería protestar, pero como él no podía con su hijo, no dijo nada. Marcos lo levantó con facilidad, sujetándolo con cuidado contra su pecho.


—¡Eh! ¡Sí que eres alto! —exclamó Will.


—Tú también lo serás algún día. Y no te vuelvas a perder más —dijo Marcos con severidad.


Todos se rieron amistosos, no como solían reírse de Marcos. Él se dio cuenta de la diferencia y se alegró. Paula se secó las lágrimas de los ojos; quería mucho a ese hombre.


—Buen trabajo, Paula—dijo Walter—. ¿Te apetece cenar esta noche?


—No, gracias, Walter, te lo agradezco, pero lo que ansío es un baño caliente. Esta noche tengo que asistir a la reunión.


—Otro día, entonces.


Paula se dio la vuelta para montar a Cricket pero se detuvo al ver un movimiento detrás del grupo. Al ver quién era, hizo un gesto de desagrado.


—Paula. ¿Qué pasa? —preguntó Pedro, que había aparecido de repente.


—Nada.


—¿Quién era ese?


—Henry Willis.


Pedro volvió a mirar, recordando lo que Mateo le había dicho. Paula se aprovechó de su distracción para montar.


—¿Qué pasa, Paula? ¿Por qué te desagrada tanto?


Si no hubiera estado tan cansada, nunca lo hubiera dicho, pero estaba agotada física y emocionalmente y se le escapó.


—Nada grave —dijo en tono ácido—. No les tengo simpatía a los hombres que abusan de los niños.


Se dio la vuelta con el caballo y se fue, dejando a Pedro estupefacto.



1 comentario:

  1. Me encanta esta historia, pero ya quiero que haya algo entre Pau y Pedro, están sufriendo los 2 separados.

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