jueves, 19 de septiembre de 2019
UN ÁNGEL: CAPITULO 1
—¡Paula, la vaca se ha vuelto a escapar!
—¡Paula al teléfono! Es ese odioso señor Rodney.
—Paula… ¿Qué vamos a hacer? Marcos no volvió a casa anoche, debe estar en los bosques otra vez.
—¡Paula, ayuda! La cocina está llena de agua, se ha vuelto a romper el grifo.
—Paula…
—¡Un momento! ¡Que todo el mundo se quede quieto un minuto!
Paula Chaves respiró hondo y se apartó el pelo de la cara.
—Muy bien, Sara, dile al señor Rodney que ahora mismo voy y luego sigue dando de comer a las gallinas. Kevin suelta a Cougar y síguela, seguro que encuentra a Daisy. Mateo, cierra la llave de paso del agua. Y Willy, ¿te importaría ensillarme a Cricket? Iré a buscar a Marcos en cuanto cuelgue el teléfono.
Se dispersaron todos y Paula suspiró mientras caminaba hacia la casa. Necesitaban una puerta nueva para que la vaca no volviese a escapar, un fontanero que arreglara las cañerías que eran demasiado viejas, un carpintero para que arreglara el gallinero, el granero y el tejado de la casa y un milagro para seguir adelante. Pero el milagro más grande que necesitaban era encontrar una forma de quitarse de encima al persistente señor Rodney. Volvió a respirar hondo y tomó el teléfono.
—Hola, señor Rodney. Bonito día. ¿Verdad?
—Estamos a doce, señorita Chaves. Tengo que saber qué tiene intención de hacer con el pago de este mes.
—Pagarlo, por supuesto.
—¿Cuándo tiene pensado hacerlo?
—El quince. Las mismas condiciones que tenía mi padre, naturalmente.
—Cuando la propiedad era de su padre, señorita Chaves, era una granja.
—Y todavía lo es. Créame, lo digo por experiencia, no he trabajado más en toda mi vida.
—No me refiero a eso. El negocio que usted tiene difícilmente parece una granja.
—¿Cuál es su definición de una granja señor Rodney? Yo creía que era un pedazo de terreno en el que se cultiva y se crían animales. ¿Tiene una definición mejor?
—Una verdadera granja es un negocio, señorita Chaves y eso supone vender sus productos para obtener beneficio, no un refugio de…
—¿Cuándo fue la última vez que miró el índice de precios, señor Rodney? Hace mucho que las granjas no obtienen beneficios. Nosotros vivimos de lo que producimos y somos casi independientes. Y así es como nos gustaría seguir.
—Bueno, a los vecinos no les gusta. No les agrada lo que está haciendo allí y no les gusta la idea de esa… gente. Sólo al respeto que tienen a la memoria de su padre, les ha impedido echarla desde hace mucho tiempo.
Paula sintió una rabia tremenda e intentó no colgar el teléfono a aquel hombre.
—No he dejado de pagar ni un solo mes, señor Rodney. Y mientras no lo haga, no tiene ninguna razón ni ningún derecho para seguir molestándome. No me importa lo que usted o cualquier otro piense de mis amigos y si cree que no voy a luchar, póngame a prueba.
Entonces colgó con fuerza. Pensó que quizá debería desconectar el teléfono. Ahorraría dinero y no tendría que hablar con idiotas como ese. O los otros pervertidos que llamaban para molestarla. De repente se sintió cansada y quiso salir a buscar a Marcos. Al menos estaría fuera durante un rato y cualquier excusa para dar un paseo a caballo por las colinas era buena. Se dio la vuelta y se detuvo sorprendida al encontrarse cara a cara con un desconocido.
—¿Cómo ha entrado aquí? ¿Por qué no ha entrado Cougar como un loco?
Él parecía un poco sorprendido también, mientras miraba alrededor.
—Yo… no estoy seguro.
“Dios mío…”, pensó Paula, “otro más”. No podía aceptar a nadie más. Pero en cuanto lo pensó, se dio cuenta de que no se trataba de eso. Para empezar, era demasiado joven.
—¿Quién eres tú?
No pudo evitar sospechar de él; más de una vez la gente del pueblo había mandado a alguien para encontrar alguna excusa para echarla. Pero si pensaba que ella iba a creer que aquel chico con cara de ángel era…
—Pedro. Pedro Alfonso.
Bueno, al menos sabía su nombre. Algunos de los que habían llegado ni siquiera sabían eso. Pero él no era uno de ellos. Estaba convencida.
Como también estaba convencida de que era el hombre más guapo que hubiera visto en su vida.
Y aunque pareciera extraño, la palabra adecuada era hermoso. No es que no fuera completamente masculino; era muy alto, musculoso, con una mandíbula poderosa. Los vaqueros gastados y la camisa azul que llevaba bajo una vieja cazadora de cuero, resaltaban sus anchos hombros y estrechas caderas. Pero lo que le fascinaba era su cara.
Era perfecta. Cada línea, cada ángulo, estaba perfectamente trazado, la frente era lo bastante alta, la barbilla lo bastante fuerte, la nariz lo bastante larga y delgada, la boca lo bastante suave y lo bastante firme. Tenía el pelo oscuro, casi negro, bastante corto y peinado hacia atrás, aunque un mechón le caía sobre las cejas negras y perfectas. Las pestañas también eran, como parecía inevitable, oscuras, largas y espesas. Y los ojos azules eran…
Aquellos ojos, o más bien el cambio que vio en ellos, detuvo su detallada observación. La mirada de asombro había desaparecido y ahora la miraba con gran interés, por lo que ella se dio cuenta de que fue demasiado descarada en su inspección. Se dijo que no importaba lo perfecto que fuera, no se merecía que lo mirara de arriba abajo como si acabara de caerse de una nube.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario