lunes, 30 de septiembre de 2019

LOS SECRETOS DE UNA MUJER: CAPITULO 3




Esperó a volver a su apartamento antes de llamar a Juan Bennett a su número personal. 


Había trabajado con su padre durante muchos años y había sido el abogado que la había representado cuando se divorció. Después de unos segundos, el hombre contestó con tono irritado.


—Soy Paula, perdona por llamarte tan tarde —le dijo.


Oyó un gruñido al otro lado de la línea.


—Pero si es tardísimo…


—Lo sé, Juan, lo sé, pero te alegrará saber que pronto podrás borrarme de tu lista de clientes morosos.


—¿Me has llamado para decirme eso? —preguntó el hombre suspirando.


—Pensé que te gustaría saberlo.


—¿Quieres decirme de una vez para qué me llamas a estas horas, por favor?


—No te va a gustar.


Él se quedó callado unos instantes.


—Paula, ¿no te dije más de mil veces que te mantuvieras alejada de Agustin?


—Sí, lo hiciste. Y estuve de acuerdo contigo. En circunstancias normales, habría sido un consejo muy acertado. Pero Agustin ha cometido el error de alejarse un tiempo de una parte importante del dinero que me robó. El tiempo que necesitaba yo para encontrarlo —le dijo mientras miraba con una sonrisa su cama.


La colcha estaba cubierta de fajos de dinero.


El abogado no dijo nada y ella temió que se hubiera quedado dormido de nuevo.


—Me doy cuenta de que sueñas con meter a ese canalla en la cárcel, Agustin —le dijo con cuidado—. Pero, como abogado tuyo, tengo que decirte que este tipo de conducta sólo va a conseguir que seas tú la que acabe en una celda.


—¿Por qué? ¿Por recuperar lo que me pertenece? —le preguntó ella con mucha indignación en la voz.


—Hay otras maneras de ocuparse de estos asuntos.


—Sí, pero no he tenido demasiada suerte con el sistema legal, ¿no te parece?


—¿Y que crees que va a hacer el cuando vea que le falta el dinero?


—Me encantaría poder estar allí para ver la cara que pone, pero creo que voy a renunciar a ese placer y darle algún tiempo para tranquilizarse. Por eso te llamaba. Pame y tú os vais de crucero pasado mañana, ¿verdad? Ella me mencionó que un amigo tuyo de la universidad dirige esos viajes.


—Sí —contestó Juan con suspicacia.


—¿Por cuánto me venderías esos billetes?


Tardó casi quince minutos en convencerlo para que le diera los billetes. Intentó advertirle que aquello no estaba bien, que se estaba metiendo en un gran lío, que parecía estar perdiendo la cabeza…


—Los recogeré en tu despacho mañana a primera hora —le dijo antes de colgar.


Deprisa, volvió a meter el dinero en la bolsa de piel. Había sufrido mucho durante los últimos meses. Se había sentido herida y profundamente traicionada. Su dolor y su ira la habían consumido. Pero esos sentimientos iban desvaneciéndose poco a poco gracias a lo que acababa de hacer.


Creía que había conseguido cambiar su suerte al dar con el tesoro que su ex marido guardaba en casa. No estaba nada mal para una artista acabada como ella que se había quedado arruinada por culpa de un marido sin escrúpulos.


Sentía que su vida se encaminada de nuevo, que empezaba a ver la luz al final del túnel.


Pensó que, después de todo, quizá fuera Agustin el que tuviera que ponerse un uniforme de poliéster para trabajar en algún restaurante barato.



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