jueves, 12 de septiembre de 2019
CENICIENTA: CAPITULO 18
El domingo por la tarde, cuando Paula había abandonado el hotel Post Oak y había hecho una reserva para el jueves por la noche, descubrió que no sólo le recogían los mensajes, sino que además les encantaba hacerlo. Al parecer, la petición de Paula no les extrañaba lo más mínimo.
Cuando llamó el lunes por la mañana, le dijeron que Pedro había llamado y había dejado dicho que tenían pista para el miércoles a las cuatro y media en el hotel Post Oak. Le gustó aquella hora. Seguro que él ya habría terminado su trabajo y tendría toda la tarde libre.
Cuando estuvo hospedada en el hotel, Paula no se había dado cuenta de que había pistas de tenis. Llamó por teléfono y reservó una habitación para el miércoles por la noche.
El lunes por la tarde, Paula se fue a la tienda de deportes y se compró todo el equipo necesario para jugar al tenis, con banda para el pelo incluida. Le pidió prestada la raqueta de una amiga de Connie, por lo menos se ahorró eso.
Pero acabó comprando un par de juegos de pelotas, una botella de agua, una toalla haciendo juego y una bolsa para llevarlo todo.
Cuando vio a lo que ascendía todo, casi se desmaya. Pero siguió repitiéndose que era una inversión de futuro.
El martes por la mañana la amiga de Connie llamó e, incomprensiblemente, pidió que le devolviera la raqueta. Paula no tuvo más remedio que ir a una tienda de segunda mano y comprar una usada. El precio que tuvo que pagar le puso los pelos de punta, pero por lo menos a partir de ese momento, si Pedro la invitaba otra vez, podría aceptar sin problemas.
El martes por la tarde, la llamaron los de la tarjeta de crédito, para verificar que no se la hubieran robado, porque habían apreciado movimientos pocos corrientes en su cuenta.
Paula verificó todos los gastos, y por primera vez se enteró del coste de su campaña para atraer la atención de Pedro. Decidió olvidarse de ello, ya que, de todas maneras, ya no tenía remedio.
El martes por la tarde, Paula hizo uso de su tarjeta de crédito de nuevo y se apuntó a un curso en la universidad de Rice. La clase era los jueves por la tarde, pero empezaba media hora antes que la clase de Pedro. Hubiera preferido que las dos clases hubieran empezado al mismo tiempo, pero por lo menos tenía suerte de haber conseguido un curso el mismo día. Tendría bastantes posibilidades de encontrarse con Pedro.
El mismo martes intentó poner al día la tienda.
Casi la había abandonado y había que tomar algunas decisiones que Connie no podía tomar por sí sola.
Había una pila de ropa aguardándola, para que seleccionara la que quería comprar y alquilarla y la que quería aceptar en comisión de venta.
También tenía que preparar los anuncios que iba a poner en los periódicos locales. Podría utilizar los del año pasado, pero le apetecía diseñar algo más atractivo.
Seguro que Pedro podría hacerle un anuncio perfecto, pero Paula nunca se lo podría pedir. Su relación era diferente. Paula se había presentado como una mujer de negocios y en realidad lo era, pero no a la escala que Pedro se habría imaginado.
Pero, justo en ese momento, no le apetecía pensar en la reacción que Pedro tendría de enterarse de su verdadera situación. Tenía problemas más inmediatos que resolver.
Suspiró y se acordó del partido de tenis.
Recordó la forma de jugar de Pedro, cuando lo observó en el gimnasio. Pedro siempre trataba de devolver todas las pelotas, por muy difíciles que fueran. Le pegaba fuerte y con decisión.
Paula estaba condenada al fracaso.
Pero, por otra parte, a Pedro no le gustaba perder, y por lo menos ganaría seguro.
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