miércoles, 11 de septiembre de 2019
CENICIENTA: CAPITULO 17
ESTABA totalmente equivocada.
—Pero, ¿no puedes llamarlo y decirle que estás más verde de lo que pensabas? —gritaba Connie, desde el fondo de la pista de tenis.
—¡No! —gritó Paula, golpeando la pelota, que fue directamente a la red—. Es la primera vez que me invita a salir. Si le digo que no sé jugar al tenis, ¿quién sabe cuándo me invitará otra vez?
Connie se fue hacia uno de los lados de la pista y bebió un poco de agua. Paula no había llevado botella, pensando que podría beber de la fuente.
Era evidente que llevar tu propia botella de agua a la pista era lo más moderno. Y ante los ojos de Pedro, ella quería dar la apariencia de chica moderna.
—¿Y quién es ese tipo? —le preguntó Connie, limpiándose la boca con el brazo.
—¿Recuerdas que te dije que quería hacer publicidad de la tienda?
—Sí. ¿Y qué ocurrió?
—Pues que el tipo con el que hablé...
—¡Está saliendo contigo! —exclamó Connie, juntando las manos—. ¡Gracias a Dios, has dejado al horrible Horacio!
—No era horrible —protestó, sorprendiéndole la opinión que Connie tenía del que fue su pretendiente.
—Era horrible —Connie levantó su raqueta y apuntó con ella al extremo opuesto de donde Paula estaba—. Cambiamos de pista.
—¿Por qué?
—Porque la última pelota se te fue a la red y te gané el set.
—¿Tan pronto?
—Normalmente se tarda más en jugar un set, pero eso es cuando el otro jugador logra devolver la pelota. Como ellos —puntualizó, indicando a los chicos que estaban en la pista de al lado.
Paula miró a los chicos que estaba jugando un partido de dobles.
—No tienen que jugar en toda la pista como yo —protestó Paula, mientras cambiaba de pista.
Connie dio un suspiro tan fuerte que se oyó en toda pista.
Era sábado por la tarde y Connie había accedido a ayudarla a mejorar su juego. Probablemente, estaría arrepentida de haber dedicado la tarde a su jefa.
—Yo saco —dijo Connie, mostrándole las bolas.
—Ya sé cómo son —le dijo Paula, desesperada.
—Te las enseño porque hemos cambiado de pelotas y se supone que es lo que tengo que hacer.
—¿Y yo qué tengo que hacer? —se le habían escapado demasiados detalles del tenis cuando tenía nueve años.
—Lo único que tienes que hacer es devolverme la pelota.
Pero Paula sabía que no era así de sencillo. No sólo tenía que acertar a pegarle a la pelota, sino que además tenía que pasarla por encima de la red. Por lo menos de eso sí que se acordaba.
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Uyyyyyyyyyyyy, algo huele mal con tantas mentiras. Qué lío se va a armar si Pedro se entera de todas las mentiras de Pau.
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