sábado, 24 de agosto de 2019

AMARGA VERDAD: CAPITULO 35




SABÍA la respuesta, pero, por si acaso no era capaz de llegar a ella por sí solo, el informe que le llegó cinco días más tarde ponía de manifiesto lo poco acertado de su juicio sobre Paula. 


Estaba claro: iba a tener que tragarse su orgullo.


En cuanto Natalia se hubo ido y él hubo atendido los casos más urgentes, les contó a su madre y a Hugo lo que iba a hacer.


—Me voy a BC la semana que viene. Podría llamar por teléfono, pero creo que le debo a Paula una disculpa en persona. Estaré en el Hotel Vancouver, si queréis algo.


— ¿Cuánto tiempo vas a estar fuera? —preguntó Cynthia.


—El que haga falta —contestó mirando a Hugo—. No tengo muchas esperanzas de que me perdone, pero espero que tú, con el tiempo, puedas hacerlo.


— Te he considerado mi hijo durante mucho tiempo y no pienso dejar de hacerlo por un error.


Aquello debería de haberlo consolado, pero al irse y dejarlos en la terraza, solo sentía vergüenza y preocupación. De repente, los vio mayores y solos.


No solía ser supersticioso, pero la aprensión lo acompañó durante todo el vuelo del día siguiente. Tenía la esperanza de que Paula quedara con él esa noche y que pudiera convencerla para que volviera con él a Stentonbridge y pasara lo que quedaba del verano con la familia.


No la había llamado para decirle que iba, había preferido presentarse allí por sorpresa. Cuando llegó estaba oscureciendo y en el horizonte se veía una delgada franja naranja.


Aparcó el coche y esperó hasta que alguien abriera la verja principal para poder entrar. Lo que no podía ni imaginarse era que iba a ser la propia Paula. Llegó a los cinco minutos con una bolsa del supermercado y una barra de pan.



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