jueves, 22 de agosto de 2019

AMARGA VERDAD: CAPITULO 29




No le resultaba fácil mantener el equilibrio. Tenía la linterna en una mano y con la otra intentaba agarrarse el embarcadero. Aquello no tenía buena pinta. De repente, una ola golpeó el bote y lo volcó. Vio a cámara lenta cómo caía al agua y el bote se le iba encima.


La amarra de la boya se le enganchó en el tobillo y el viento golpeaba el bote, que se había dado la vuelta y amenazaba con estrellarla contra los pilares.


Una ola la hundió y se dio cuenta de que estaba en peligro, de que se podía ahogar en una profundidad de tres metros y a unos diez metros de la orilla. Parecía imposible, pero estaba ocurriendo.


¡No, tenía que luchar!


Con gran esfuerzo, consiguió subirse al casco del bote y comenzó a quitarse la cuerda del tobillo. De repente, el bote se ladeó como una criatura prehistórica y comenzó a entrar agua.


La cuerda del tobillo se tensó y Paula sintió un miedo que jamás había experimentado. Gritó y solo un nombre salió de su boca.


— ¡Pedro!


Vio una luz que se movía por el camino que llegaba desde la casa. Era un milagro, estaba allí.


— ¡Olvídate del bote! —le gritó desde el embarcadero—. Aléjate de él, yo te saco.


— ¡No puedo! —gimió—. Me he enganchado con las amarras.


— ¡Dios mío! —exclamó tirando la linterna y metiéndose en el agua.


Paula vio el filo de un cuchillo y sintió que Pedro cortaba la cuerda. La agarró y la condujo a la orilla. Se sintió maravillosamente bien al sentir la arena en las rodillas y en los codos.


Estuvo un buen rato a cuatro patas, sin poder hablar ni moverse. Cuando levantó la cabeza, se lo encontró a su lado, mirándola.


—Vas a tener que dejar de salir a nadar de noche. No se te da muy bien.


— Lo sé —contestó intentando sonreír, pero rompiendo a llorar —. Creía que el bote se iba a hundir y me iba a arrastrar. Creía que no os iba a volver a ver.


— ¡Ni por asomo! Para empezar, el bote está especialmente diseñado para no hundirse. Y, además, no te va a resultar tan fácil deshacerte de nosotros —le dijo acariciándole el pelo y pasándole el brazo por los hombros. Paula levantó la cara y Pedro la besó con ternura—. Te estás convirtiendo en un bonito quebradero de cabeza, ¿sabes? No sé qué voy a hacer contigo.




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