viernes, 23 de agosto de 2019

AMARGA VERDAD: CAPITULO 30




A MEDIANOCHE, la tormenta había pasado. A la mañana siguiente, Pedro reparó el tejado, Hugo se encargó de recoger el agua que había entrado en la casa y Natalia y Paula se encargaron de limpiar lo de fuera mientras Cynthia preparaba la comida para todos.


Pedro fue el último en sentarse a la mesa. Se sentó en la cabecera, con Natalia a la derecha y Paula a la izquierda. No se había servido todavía la ensalada de pollo, cuando Natalia comenzó a interrogarlo.


—¿Por qué se fue Esmeralda tan pronto? Normalmente, hay que echarla.


— ¡Natalia! —exclamó Cynthia en tono reprobador.


— Mamá, pero sabes que es verdad. Tú misma dijiste que te sorprendía que solo se hubiera quedado un par de horas.


—Puede que tuviera guardia otra vez ayer por la noche — contestó Pedro sonriendo.


—Eso explica que se fuera tan de repente, pero no que tú fueras detrás. ¿O es que necesitaba ayuda para ponerse el uniforme?


— ¡Ten cuidado con lo que dices! —le contestó sin enfadarse. Miró a Paula durante más de lo necesario y con especial ternura—. Tenía que hacer unas llamadas desde la ciudad.


—¿El sábado? —preguntó Natalia incrédula.


—Eran urgentes —contestó Pedro sirviéndose té frío—. Como trabajadora social que eres, deberías saber que no siempre los problemas surgen en horario de oficina.


Pedro, nos estás ocultando algo —dijo Natalia apoyándose en la mesa y señalando a su hermano.


—¿Por qué dices eso?


—Porque estás hablando en plan abogado y solo lo haces en casa cuando te traes algo entre manos. Venga, cuéntanoslo. ¿Qué pasa? ¿Has dejado a Esmeralda?


Pedro volvió a mirar a Paula antes de contestar.


—Hemos hecho un trato.


—¿Y...?


—Hemos acordado que vamos a ser amigos, pero que cada uno tenga su vida. 


En los comentarios que siguieron a la revelación, nadie pareció ver que Pedro y Paula se miraban y que los ojos de él le mandaban un mensaje solo para ella. Paula no sabía si pensar que lo que le estaba intentando decir era que ella había sido la causa de que aquella relación se terminara. ¿El hecho de que no se pudieran quitar las manos de encima el uno del otro en cuanto estaban solos había hecho que terminara con ella?


La sonrisa de Pedro le dejó claro que había sido exactamente así.


—Pero eso no explica por qué volviste ayer por la noche. Podrías haberte quedado a dormir en la ciudad —continuó Natalia.


Pedro se rio.


—Naty, me parece que te has equivocado de profesión. Deberías estudiar derecho porque eres una fantástica fiscal.


—No cambies de tema.


— Me enteré de que iba a haber tormenta y pensé que sería mejor que viniera por si había problemas.


— ¡Menos mal que viniste! Estábamos tan preocupados con el tejado que no nos dimos cuenta de que Paula llevaba mucho tiempo fuera —comentó Cynthia con un escalofrío—. No quiero ni pensar en lo que le habría ocurrido si no llega a ser por ti.


—Es mejor no pensarlo —apuntó Pedro agarrando a Paula de la mano.






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