miércoles, 21 de agosto de 2019
AMARGA VERDAD: CAPITULO 26
Pedro deseó poder decírselo. «Mira, sé que tienes problemas legales y que, tal vez, tengas que ir a juicio. Cuéntamelo todo para que pueda ayudarte. No se lo diremos a nadie. Soy abogado, te guardaría el secreto si fueras mi cliente. Pero, mientras tengas ese secreto, habrá algo entre nosotros que nos impedirá tener una relación duradera».
Sabía que el haberla investigado pondría punto y final a su relación en cuanto se lo contara. Paula nunca se lo perdonaría.
—Regla número uno: No busques problemas donde no los hay, Paula —le dijo abrazándola—. Disfruta el momento.
Ella se mordió el labio y bajó la mirada. Pedro sabía que le había dolido que no
le contestara.
Para consolarla, la apretó contra su cuerpo para que supiera hasta qué punto estaba dispuesto a hacer aquel momento memorable.
— ¿Sabías que estás muy guapa a la luz de la luna?
Paula levantó los ojos y lo miró. Parecía casi avergonzada.
—Nunca me habías dicho nada así.
—Pues muy mal por mi parte. Te lo tendría que haber dicho hace tiempo.
—¿Halagar a las mujeres hasta que caen a tus pies es otra de tus normas? Conmigo no hace falta que lo hagas. Sé que no soy guapa. Soy... mona —dijo agarrándolo a horcajadas con las piernas—, y muy complaciente.
Recorrió su cuerpo de nuevo y se volvió a sorprender por la perfección de sus curvas. Aquella cintura estrecha, sus caderas y la simetría de sus nalgas.
— Eres mucho más —murmuró introduciéndose en su cuerpo y gimiendo cuando ella lo recibió como un guante—. Eres... irresistible.
Aquella vez alcanzaron el climax a la vez, de manera lenta y exquisita, al compás del agua que los rodeaba.
Si por él hubiera sido la habría amado así toda la noche, pero ella tenía otros planes. Lo rodeó con sus largas piernas y lo atormentó con su boca, diciéndole al oído lo mucho que la hacía gozar, cómo le gustaban sus embestidas. Le rogó que la tocara. «Ahí... así... oh... ¡sí!».
Y él se sintió perdido. Confundido. Se oyó a sí mismo gritar su nombre de forma angustiosa, casi rayando en el éxtasis. Cuando la simiente abandonó su cuerpo lo hizo también su alma.
Sintió que, de no haber sido porque no cubría más de metro y medio, se habría hundido.
Paula se abrazó a él con la respiración entrecortada.
— ¡Oh, Pedro —murmuró en su cuello — amo... lo que me haces sentir!
Pedro se dio cuenta de que había estado a punto de decir otra cosa, que había estado a punto de dejarse llevar y de confesarle su amor.
Sintió una mezcla de pena porque no lo hubiera dicho y de alivio porque era un tema que no se quería ni plantear.
— Será mejor que nos vayamos antes de que alguien se dé cuenta de que falta el bote y manden a buscarnos.
No hizo falta que Paula le dijera que no era la contestación que esperaba. La manera en la que le quitó los brazos de alrededor de su cuello y se alejó nadando enérgicamente hacia la orilla lo dejaban muy claro.
La siguió hacia donde habían dejado la ropa buscando la manera de suavizar su rechazo sin comprometer su sentido de la decencia más de lo que ya lo había hecho.
—Paula...
Ella se dio la vuelta con una sonrisa exagerada en la cara.
—Tendríamos que haber traído toallas. ¿Cómo les vamos a explicar que tenemos el pelo calado y la ropa seca?
¡Ojalá esa fuera su única preocupación!, pensó Pedro.
— Con un poco de suerte, estarán todos en la cama. Y, si no, yo los entretengo mientras tú entras sin que te vean por la puerta de atrás.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
Pero qué cambiante este Pedro, de repente es todo un dulce y luego los separa un abismo. Muy buena historia.
ResponderBorrar