martes, 30 de julio de 2019
INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 50
Corky pinchó con el tenedor un pedazo de pastel y se lo llevó a la boca.
—Supongo que nuestra perspicaz especialista en perfiles criminales del FBI falló su objetivo con Freddy. Aunque, en honor a la verdad, nos dijo que estaba relacionado con la profesión médica. En eso no se equivocaba. Y sin embargo, Javier Castle no era precisamente un tipo tranquilo, ni astuto. En cuando a su atractivo… no llegaba al nivel del de un sapo.
—Estás hablando de un muerto.
—Sí, de un muerto lunático que torturaba a las mujeres por puro placer.
Habían transcurrido poco más de veinticuatro horas desde que llegaron a la puerta de la habitación 512 y oyeron al doctor Chaves murmurando palabras consoladoras a la viuda de su amigo. Nada había sido filtrado a los medios todavía, pero tanto Corky como el comisario daban ya por muerto a su asesino en serie.
—Yo no creo que Javier matara a nadie —pronunció Pedro, dando voz a las dudas que lo acosaban—. Y, desde luego, para nada a las tres víctimas anteriores a Karen.
—¿Qué quieres? ¿Fotos? Solo nos faltó que ese tipo confesara...
—Pero no confesó.
—Porque se suicidó antes. Para esta tarde deberíamos tener ya el informe sobre los análisis de ADN. Estoy convencido de demostrarán que fue él quien dejó embarazada a Karen,
—Aunque así fuese, no demostrarían que él fue el asesino.
—Esa es toda la prueba que necesito. Y como no se puede juzgar a un cadáver, no tenemos necesidad de convencer a ningún jurado.
—Además, eso tampoco explica las fotografías de mujeres desnudas que tenía Mariano —insistió Pedro.
—Enfréntate a los hechos, socio. Tu vieja amiga se casó con un pervertido. Si es inteligente, se divorciará de él. Y si tú lo eres, retomarás la aventura allá donde la dejaste años atrás. Porque está claro que sigues colado por ella.
—Para ti todo es tan fácil...
—Y tú estás viendo complicaciones donde no las hay. Por algún motivo que todavía está por descubrir, y que probablemente nunca se aclare, Javier Castle consiguió enganchar a una serie de mujeres. Luego, en vez de hacerles el amor, como habría hecho un tipo normal, se dedicó a torturarlas y a matarlas.
—Entonces explícame lo de Karen Tucker. Mantuvo relaciones con ella durante el tiempo suficiente para dejarla embarazada. E incluso entonces no la mató. Intentó romper la relación. Ella no quiso, y solamente en ese momento la asesinó. Eso no encaja para nada en el patrón de comportamiento de Freddy.
—Tenía una debilidad especial por las enfermeras. Y ella le gustaba. Probablemente se trató de algo excepcional. Pero al final se enfadó y la mató, al igual que había hecho con las otras.
—Solo que no de la misma manera —apuntó Pedro, pensativo—. No la torturó. No limpió bien la sangre. No dispersó tantas muestras de ADN.
—Quizá tuvo un mal día. Mira, yo me conformaré con que cesen los asesinatos. Es como con los traficantes de drogas, cuando uno de los peces gordos muere tiroteado. Con su muerte solucionamos un montón de casos de asesinatos sin resolver que sabíamos que había cometido, pero que no podíamos demostrar porque nadie quería declarar en contra suya.
—Ya. Pero todavía queda ese club de fotografía del que nos habló Penny Washington.
—No hay ninguna prueba sólida de que exista. Y tú mismo dijiste que creías que su llamada a Paula estaba preparada, como si obedeciera a un plan previo.
—Lo cual no significa que todo lo que nos dijo fuese mentira. Mira, sé que para ti este caso está cerrado, pero para mí no.
—Entonces quizá te interese algo que he descubierto esta mañana.
—¿Qué es?
—¿Te acuerdas de que Mariano nos dijo que sus padres habían muerto en un accidente de coche?
—Sí, en Little Rock, Arkansas. Allí poseían un concesionario de vehículos.
—Bien, pues no fue así. Jack y Mildred Chaves siguen viviendo en Monticello, Arkansas. Y el viejo no poseía ningún concesionario. Sigue trabajando de mecánico en un pequeño taller contiguo a su casa.
Pedro musitó una maldición.
—¿Cómo te has enterado de eso?
—Practicando mis dotes detectivescas mientras tú te dedicabas a hablar con el jefe esta mañana.
—Me parece que necesito hacer un viaje a Monticello.
—¿Por qué? Si Mariano nos dijo que habían muerto, seguramente ellos no sabrán nada de él.
—Oh, solo para practicar mis dotes detectivescas —bromeó Pedro.
Acababa de apurar su café y de pagar la cuenta cuando su radiotransmisor le dio una mala noticia. Se había encontrado un cadáver. Otra mujer había muerto asesinada
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario