sábado, 20 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 20




Pero la cocina estaba vacía. Al igual que el despacho y el salón. Abrió la puerta que comunicaba con el garaje. El deportivo no estaba. Había tenido tiempo más que suficiente para comer con Javier y regresar luego a casa... si esa había sido realmente su intención. 


Porque, al parecer, no lo había sido. Una vez más había encontrado cosas mucho más interesantes que hacer que pasar la tarde en casa, con ella.


Fue al gabinete y se miró en el enorme espejo que colgaba encima de la chimenea. Estaba despeinada, con el maquillaje corrido. La pintura de labios se le había borrado. Tenía algunas arrugas alrededor de los ojos. Arrugas nuevas, que no habían estado allí dos años atrás, antes de que la muerte de su padre le pasara factura, dejándola más sola de lo que se había sentido en toda su vida. Sola, hasta que Mariano apareció en su vida. Al principio se había mostrado romántico y dulce, la había hecho sentirse querida y necesitada. Finalmente, ella había aceptado su petición de matrimonio: un anillo y la promesa de que la amaría para siempre...


El teléfono volvió a sonar. Fue a la cocina y echó un vistazo al identificador de llamadas: era el número de la oficina de Mariano. Sintió una punzada de culpa. Mientras ella había estado lamentándose de que no estuviera a su lado, probablemente habría recibido una llamada de emergencia y se había visto obligado a acudir al hospital.


—Hola, Mariano.


—Hola, querida. Pareces bastante más animada que al mediodía. ¿Has descansado bien?


—Sí, he dormido una siesta. ¿Qué tal tu comida con Javier?


—Bien. No tiene ni la menor idea de fotografía. Le vendría mucho mejor una simple cámara automática en lugar de la que quiere comprarse.


—¿Se ha decidido por alguna?


—No del todo. Todavía estábamos hablando de ello cuando recibí una llamada de emergencia del hospital. El paciente de Keithville al que le había puesto un triple bypass estaba experimentando dolores muy fuertes. Ahora ya se encuentra bien, pero me quedaré un rato más.


—No demasiado, espero.


—Estaré allí a eso de las cinco, si nada me lo impide. Me encantaría que pudiéramos pasar el resto de la tarde juntos. Pero ya sabes cómo son las cosas cuando estoy de turno. Puede suceder cualquier cosa.


Eso era lo más frecuente. Pensó en contarle lo de la llamada de Pedro.


—Hay algo que...


—Espera, me están avisando de nuevo... ¿Te importa que vuelva a llamarte dentro de unos minutos?


—No te preocupes. Tú ocúpate de tus pacientes. Ya nos veremos en casa.


—De acuerdo, cariño.


Y cortó la comunicación. Lo cual dejaba a Paula con la perspectiva de tomar un café a solas con Pedro. En cualquier caso, era su nombre con su número de teléfono el que había sido encontrado entre las ropas de aquella mujer. Era a ella a quien debía interrogar la policía. 


Mariano no tenía por qué conocer a aquella mujer, ni arrojar luz alguna sobre el asunto de la llamada anónima.


Y sin embargo aquella mujer se había referido a él, la había llamado para informarla de que Mariano Chaves era un mentiroso y un impostor. 


Mientras se preparaba para su cita con Pedro, aquellas palabras volvieron a resonar en su mente, a modo de una discordante y estremecedora letanía.




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