sábado, 20 de julio de 2019

INTENTO DE MATRIMONIO: CAPITULO 17




Paula dejó su taza de té con hielo sobre la mesa de la cocina, mirando a Janice. Una expresión de desprecio acababa de asomar a sus rasgos. 


Se lo había contado todo: su encuentro con Pedro en la universidad, los detalles de su visita de aquella mañana, incluso el mensaje de la llamada anónima del día anterior.


Janice apoyó los codos en la mesa, inclinándose hacia ella.


—No me lo creo. Es demasiada casualidad.


—Eso es lo que pienso yo todo el rato. Debería haberle contado a Pedro lo de la llamada anónima, para que pudiera investigarla.


—¿Estás de broma? Yo no le diría absolutamente nada acerca de mi vida privada. 
Lo que no me creo es su papel en todo esto. No me extrañaría que se hubiera inventado toda esa historia con tal de acercarse hacia ti. 
Probablemente se imagina que puede tener una tórrida aventura contigo, ahora que ya eres una mujer casada.


—Yo estoy segura de que no se ha inventado lo del asesinato.


—No, pero pudo haber hecho que alguien te llamara para insinuarte que Mariano te estaba engañando con otra mujer, sembrando la duda en tu cerebro y haciéndote más receptiva a sus intentos de acercamiento.


—Eso es absurdo.


—¿Ah, sí? Pues yo me lo puedo creer de él. Primero hizo que esa mujer te llamara, luego te siguió el rastro hasta la universidad para provocar vuestro encuentro «casual». Es el tipo de cosas que un canalla como él sería capaz de hacer.


—Me extraña.


—¿Te extraña? Paula, eres demasiado ingenua.


—Bueno, Pedro no se propasó precisamente conmigo. Y aquella mujer no me dijo que Mariano estaba cometiendo adulterio, solo era que un mentiroso y un impostor.


—¿Y qué te crees tú que quiere decir eso?


—Mariano piensa que quizá se trate de alguna paciente descontenta por la elevada cantidad de dinero que le haya cobrado por una consulta.


—Ya. Otro ingenuo.


—Te equivocas esta vez, Janice. Pedro está metido de lleno en una investigación criminal. Jamás me mentiría acerca del nombre y del número de teléfono que encontraron entre las ropas de esa mujer.


—Tal vez sí. Como tú misma dijiste, no te visito de manera oficial. Pudo haberse tratado de otra excusa para acercarse a ti. Mira, yo no quiero herir tus sentimientos, Paula, pero tienes que reconocerlo. Eres una ingenua. Y Pedro te sigue gustando.


—Claro que no.


—Ayer pude ver las chispas que saltaban entre vosotros dos. No te estoy culpando por ello. Todo el mundo conserva siempre una especial debilidad por su primer amor, por muy canalla que pueda ser.


—No hay nada entre Pedro y yo.


—Bien. Entonces aléjate de él. No quiero verte sufrir de nuevo. Y no quiero que estropees tu relación con Mariano. Es un marido ideal. Los hombres como él no se encuentran todos los días.


—Nadie es perfecto. Y Mariano, ciertamente, tampoco —Paula se dispuso a levantarse de la mesa—. Tengo que irme ya.


—Yo ya he dicho lo que tenía que decirte.


—Y te lo agradezco. Si he venido aquí ha sido para que me dieras tu sincera opinión.


—Pero crees que esta vez me he equivocado.


—No sé que pensar.


—Entonces, al menos, ten cuidado.


—¿Y escuchar a mi corazón y a mi conciencia?


—No. Una mujer nunca puede escuchar a su corazón y su conciencia por lo que respecta a los hombres, sobre todo a los tipos sin escrúpulos como Pedro. En todo caso, recuerda que ese hombre no es tu amigo, y que tienes todos los motivos para desconfiar de él.


—Lo tendré en cuenta.


Afortunadamente, Janice cambio de tema mientras Paula recogía su abrigo. Se quejé del ruidoso perro de su vecino y le habló de las últimas compras que había hecho. Una conversación superficial que no incluía el asesinato.


Cuando salió a la calle soplaba una brisa fresca, que no explicaba el frío que sentía por dentro.


No tenía una explicación racional para sus temores. Pero sabía, con una certeza rayana en lo sobrenatural, que lo peor estaba aún por venir.




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