viernes, 5 de julio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 52




Como si no fuera suficientemente malo que su relación con Paula hubiera terminado, Pedro llegó a su casa el jueves por la noche y se la encontró destrozada. Jeremias había hecho su fiesta, era evidente. Y aún no había terminado, ya que el chico y dos de sus amigos estaban tumbados junto a la piscina.


Pedro contempló indignado las manchas en sus alfombras, el agujero en la pared del salón y una lámpara rota y vociferó:
—Jeremias Garrity, ¿qué demonios has hecho con mi casa?


Los tres jóvenes se levantaron de un brinco de las tumbonas y entraron corriendo en la casa. Jeremias palideció al ver la furia en el rostro de Pedro.


—Has vuelto antes de tiempo.


—No me digas, Sherlock —dijo él y fulminó a los otros dos chicos con la mirada—. Poneos a limpiar o marchaos de aquí, ¡ya!


Los dos salieron corriendo tan rápidamente, que Pedro casi no registró sus rostros.


—Lo siento, Pedro, supongo que se me fue un poco de las manos. He limpiado casi todo, pero me quedaban algunas cosas por hacer —dijo Jeremias débilmente.


¿Que había limpiado casi todo? Pedro sacudió la cabeza sin dar crédito y miró al joven. Pero no lograba estar realmente enfadado con él, era como si su ira se hubiera desvanecido. ¿Qué importancia tenían un par de manchas en una alfombra en comparación con el desastre que era su vida en aquel momento?


Había perdido a Paula para siempre. Y no sólo porque él no era el hombre que ella buscaba, sino porque le había mentido.


«Eres un imbécil», se dijo.


Pero aunque una parte de sí se flagelaba a sí mismo, otra parte no dejaba de pensar en la confesión de Paula. Ella lo había considerado bueno para una aventura desenfrenada, pero para nada más.


Eso le dolía profundamente. Así que quizás era mejor que ella no le hubiera perdonado por mentirle y lo hubiera echado de su vida. Porque, en ese punto, él no estaba seguro de si lo quería a él, a Pedro Alfonso, o una imagen del hombre responsable y maduro que ella se había propuesto encontrar.


—Un amigo tiene un hermano que puede repararte el agujero de la pared —dijo Jeremias, recogiendo basura y su ropa, que estaba desperdigada por varias partes—. Vendrá mañana a arreglarlo.


—Olvídalo —respondió Pedro, restregándose los ojos con agotamiento.


Jeremias se irguió y lo miró fijamente a los ojos.


—No, era mi responsabilidad. Pagaré la reparación.


Pedro observó su expresión seria y supo que lo decía de verdad. Asintió con la cabeza.


—Tu moto sigue aparcada donde la dejaste. Paula tiene las llaves.


El chico sonrió.


—Bueno, ¿y qué, ha funcionado? ¿Estáis juntos?


Pedro no pudo contener una amarga carcajada mientras subía a su dormitorio.


Después de limpiar todo lo que pudo, Jeremias recogió sus cosas y se marchó. Pedro no se dio cuenta, se había encerrado en la habitación de invitados, donde guardaba su equipo de música.


La música siempre lo tranquilizaba, lo ayudaba a recuperar el equilibrio. Cuanto más dura fuera la melodía, más lo calmaba. Así que, aunque era jueves de madrugada, tocó a todo volumen. No le importaba que sus vecinos llamaran a la policía.


El viernes decidió no pensar en Paula y comprobó su correo, pagó las facturas pendientes y habló con una empresa que quería contratarlo para un proyecto. Por la noche, volvió a meterse en el estudio y tocó la guitarra, el bajo y el teclado, intentando resolver sus emociones de la manera que siempre lo había hecho.


El sábado comenzó a sentirse más tranquilo, a recuperar el control de sí mismo, o cierta cordura, al menos. Había pensado mucho acerca de los engaños y los malentendidos. 


Acerca de las palabras de ella y de las suyas propias.


Una cosa estaba clara: no podían dejar que las cosas entre ellos terminaran así.


Él amaba a Paula. No estaba dispuesto a dejarla marchar sin intentar que ella lo creyera. Y también creía sinceramente que ella lo amaba. 


O al menos amaba al Alfonso con el que había pasado las dos últimas semanas.


Así que, si él tenía que convertirse en ese hombre para recuperarla, lo haría.




2 comentarios:

  1. Uyyyyyyy la que se armó. Ojalá se solucionen los problemas y vuelvan pronto.

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  2. Al fin le dijo la verdad! Ahora que vaya a buscarla urgente!

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