martes, 2 de julio de 2019

CAER EN LA TENTACIÓN: CAPITULO 43




Sin revelar la sorpresa que tenía preparada, Pedro le masajeó la parte delantera de los hombros y el torso. Ignoró los senos y el suspiro de desilusión de ella. Esa vez sí que no pudo contener una risa maliciosa mientras le aplicaba más bronceador sobre las costillas y el vientre. Continuó bajando hasta la zona suave y vulnerable de su pubis. Ella se arqueó instintivamente, pero él no le concedió la caricia que ella ansiaba. En lugar de eso siguió masajeándole las piernas hasta los dedos de los pies.


—No tienes ninguna gracia —murmuró ella, medio divertida, medio frustrada.


—Sí que la tengo, de hecho soy muy gracioso.


—¿Sí? Pues siento decirte que te has olvidado de algunos puntos.


Él comenzó a besarla por las piernas y fue subiendo.


—¿Y qué puntos son ésos?


Ella se revolvió un poco y elevó la cadera conforme él subía los besos por sus muslo, su cadera y llegaba a su vientre. Paula gimió.


Pedro... —dijo ella y hundió su mano en el pelo de él.


Él ignoró su ruego. Paula suspiró impaciente y le quitó la camisa con ansia. Luego comenzó a desabrocharle el pantalón.


Él chasqueó la lengua.


—Aún no, señorita, no he terminado de untarte de bronceador.


—Déjate de bromas. Las partes con la piel más sensible de mi cuerpo no han recibido protección. Podrían quemarse por la luz de la luna.


Él la miró y vio su expresión desafiante. Pero él no tenía ninguna intención de desafiarla.


Paseó su mirada hambrienta sobre el cuerpo de ella y se quedó atrapado en sus senos, coronados por los pezones oscuros y duros. 


Entonces sacó de su escondite la otra jarra.


—Esto requiere una loción mucho más especial —dijo él mientras abría la tapa.


Sin avisar, derramó la mezcla con olor a crema irlandesa y licor de caramelo sobre los senos de ella, bañándola en el espeso líquido.


—Creo que esto va a gustarme —comentó él y se preguntó si ella se habría dado cuenta de con qué la estaba untando.


Sin decir nada más, se inclinó sobre uno de sus senos y tomó el cremoso pezón en su boca. Lo chupó y lo lamió mientras el sabor de la crema irlandesa y el licor de caramelo se fundían con el sabor de la propia Paula.


—Oh, Dios mío —gimió ella.


—Esto sí que está resbaladizo —dijo él con una risita.


—Eres malo.


—Y tú estás toda pringosa.


Pedro dejó de hablar y se concentró en saborear cada gota del cóctel sobre los senos de ella. Paula comenzó a gemir y a retorcerse ante cada movimiento de su boca y de su lengua.


—Creo que tus pezones están algo más que resbaladizos —dijo él continuando su paseo hasta el centro de su pecho.


Entonces agarró la jarra de nuevo y derramó un poco de líquido desde su vientre hasta los sedosos rizos entre sus piernas. Ella se retorció con tanta fuerza, que casi se cayó de la tumbona.


Pedro, estás volviéndome loca.


—Bien —dijo él, recordando que ella llevaba volviéndole loco casi diez años—. Vaya, parece que aquí está muy pegajoso. Voy a tener que lamer a conciencia cada rincón.


—¿Cada rincón?


—Eso es —dijo él, y fue limpiando el rastro del líquido hasta llegar entre sus piernas.


Sin detenerse, continuó lamiéndola aplicadamente... hasta que ella tuvo un orgasmo justo sobre su lengua.


—¡Oh, sí! —gritó ella, estremeciéndose y moviendo la cabeza de puro gozo—. Me gusta mucho cómo haces eso.


—Entonces te va a encantar lo que voy a hacer a continuación.


Loco de deseo por poseerla, él se bajó los pantalones y se puso un preservativo. Paula abrió las piernas invitándolo a entrar.


Pedro se hundió en ella.


Qué bueno... Ella estaba tan húmeda y tan caliente y resultaba tan acogedora...


Paula se unió al ritmo de él y enlazó sus piernas alrededor de sus caderas y sus brazos alrededor de su cuello.


—No puedo creer que hayas hecho todo esto —le dijo ella y lo besó en el cuello—. Gracias.


—No tienes por qué darlas, es un auténtico placer. Paula, es tan fabuloso sentirte cerca... —dijo él deleitándose en la sensación de sus cuerpos unidos.


Bajaron el ritmo mientras intercambiaban besos profundos y húmedos y caricias tiernas. Y por fin, con un grito gutural hacia la luna llena, Pedro los llevó a los dos más allá del límite.




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