martes, 4 de junio de 2019

MELTING DE ICE: CAPITULO 20




Paula llegó a casa, abrió la puerta y corrió por el pasillo, incapaz de contener la emoción. Sin embargo, el silencio la recibió como un cubo de agua fría. Al entrar en el salón, se encontró a Pedro sentado a la mesa mirando unos papeles.


—¿No has visto el programa? —le preguntó Paula al ver que tenía el televisor apagado.


—¿Qué programa? —contestó Pedro.


Paula se quedó mirándolo con incredulidad hasta que Pedro sonrió, lo que hizo que Paula corriera hacia él. Pedro se levantó y la recibió con una gran sonrisa y los brazos abiertos.


—¡Lo hemos conseguido! —exclamó Paula agarrándolo del cuello y permitiendo que Pedro le diera una vuelta por el aire.


—Tú lo has conseguido —dijo Pedro besándola en la boca—. Has estado genial.


—¡Ha sido maravilloso! ¡El noventa y dos por ciento de la población nos ha dado su apoyo!


Efectivamente, el noventa y dos por ciento de la población nacional aprobaba la celebración de la Copa del Mundo en su país y quería que el alcalde de la ciudad más grande de la nación cumpliera con el compromiso que había adquirido el ayuntamiento años atrás.


Paula encendió el televisor y Pedro sirvió dos copas de champán para celebrar el triunfo. 


Mientras se lo bebían, vieron las noticias, que se hacían eco del programa de Paula y en cuyo espacio entrevistaban al alcalde Benson, que decía que el ayuntamiento tenía una relación excelente con Alfonso Inc.


—Me parece que mañana me voy a pasar a verlo —anunció ConnPedro.


Paula sonrió encantada. Estaba feliz de verlo así. Todo estaba saliendo maravillosamente bien.


—Paula, ¿qué tenemos tú y yo en común? —Le preguntó Pedro de repente—. Somos como la dama y el vagabundo.


—Bueno, por algún lado hay que empezar.


Paula era consciente de que habían conseguido mucho juntos. Él la había ayudado con Mario Scanlon y ella lo había ayudado con el estadio, pero en su relación había mucho más que todo aquello y aquella noche era su noche, la noche de su victoria.


—Veamos, a ti te gusta cómo cocino y a mí me gustan los buzones de escultores famosos —le dijo acariciándole el pecho de manera lenta y seductora—. Me encanta que me ayudes a pintar las paredes de mi habitación —añadió desabrochándole un botón—. Además, sé que te encanta besarme —continuó desabrochándole otro y besándolo—. Para colmo, me caen bien tus padres —continuó besándole el lóbulo de la oreja y acariciándole los pezones—. Y lo que más me gusta de todo es cómo se te tensa el cuerpo cuando te hago esto—. Me encanta el champán —dijo deslizando la mano por el interior de sus pantalones.


Pedro echó la cabeza hacia atrás y tomó aire profundamente.


—Ya verás, a ti también te va a encantar.


Pedro tragó saliva y cerró los ojos.


—A mí… ya me gusta…


Paula le bajó la cremallera de los pantalones, sonriendo al percibir su tono de voz. Pedro tenía la piel ardiendo y Paula no dudó en tomar su miembro con una mano y comenzar a masajearlo.


A continuación, agarró con la otra mano la copa de champán. En aquel momento, Pedro abrió los ojos y, cuando se dio cuenta de lo que Paula estaba a punto de hacer, se quedó observándola.


Paula se llenó la boca de champán e inclinó la cabeza sobre él. Pedro apretó los dientes y tragó saliva al sentir las brujas del champán sobre aquella parte tan sensible de su anatomía.


Al final de la noche, recogieron del salón no una sino dos botellas de champán vacías. Desde luego, Pedro era un hombre de lo más justo y había insistido en que abrieran otra, daba igual el gasto, para poder devolverle el favor a Paula.


Ahora ya tenían otra cosa en común: a los dos les encantaba el champán.



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