sábado, 15 de junio de 2019

AMULETO: CAPITULO 27




A la mañana siguiente, Paula y yo paramos en Hildegard's para desayunar antes de comenzar nuestro día de excursión por la montaña.


Hildegard no me lo hace fácil. Es una cocinera terrible y demasiado grosera para su propio bien. Su gracia salvadora es que no hay otro lugar donde detenerse para comer algo.


—Mira este espectáculo. —Hildagard niega, secándose las manos en el frente del delantal—. Pedro trayendo a una dama con él. No creo que haber visto antes tal cosa. Siempre están las chicas que hacen una parada aquí para comer algo después de que las has pateado a la acera.


—Aye, es suficiente, Hilda. Solo estamos aquí para desayunar.


—Estoy segura de que has inflamado su apetito.


Paula eleva sus ojos, claramente avergonzados.


—Tal vez deberíamos irnos —digo.


Paula niega con la cabeza y se inclina con un susurro.


—De ninguna manera, estoy muerta de hambre. Esta mujer no me asusta.


Pongo mi mano en la parte baja de su espalda, y luego miro a Hilda.


—Tomaremos el desayuno tradicional, sin ninguna clase de tus sazones.


Dirige hacia nosotros una mirada hiriente pero nos lleva a una mesa. Antes de sentarnos, escucho que le dice a Paula que cuando se dé cuenta de que no busco más que un poco de diversión, y necesite un aventón desde mi casa a Dublín, le dé una llamarla.


Intento no poner los ojos en blanco.


Estamos sentados con nuestra comida cuando, he aquí, entra Simon.


—¿Qué haces aquí? —le pregunto, de inmediato sintiéndome protector con Paula.


Porque averigüe algo antes de que yo esté listo para compartirlo con ella.


Anoche superó mis sueños más salvajes... 


Paula me abrió su cuerpo y su corazón. Y yo a ella.


Me desperté esta mañana, observándola dormir; el subir y bajar de su pecho, imaginando que ella y yo usamos esa porción de tierra de Patricio para construir un hogar para una familia. 


Nuestra familia.


Maldición si sé qué mierda me sucedió en unos días, excepto que me estoy enamorando de Paula de una manera que nunca pensé que fuese posible.


Así es como deben haberse sentido mis padres cuando se conocieron, locamente enamorados.


Y a menos que obtenga la tierra de Patricio, no hay mucho que pueda ofrecerle. ¿Un granero? 


Mi negocio turístico me hace llegar a fin de mes y algo más, pero no es una gran empresa. 


Necesito ofrecerle más de lo que tengo actualmente.


—Venía por tu camino —dice Simon—. Quería comprobar cómo estas —agrega levantando una ceja a Paula—. ¿Y también cómo está usted, señorita?


—Estoy bien. —Sonríe, mordiéndose el labio inferior—. Genial, en realidad. Tu viejo amigo Pedro me ha estado tratando muy bien.


—¿De verdad? —Simon frunce el ceño. Antes de que él pueda decir algo más, una camarera que nunca había visto se detiene ante nuestra mesa. Tiene más o menos la misma edad que Paula, pero es una chica irlandesa de cabello rojo rizado. Simon le pide una taza de té y un plato de comida. Como no tiene mucho tacto, le pregunta claramente—. ¿De dónde eres? Nunca te había visto antes.


Ella le sonríe ampliamente y Paula levanta su mirada hacia mí.


—Soy del norte, aquí estoy ayudando un poco a mi tía abuela. ¿Vienes a menudo?


¿Esta camarera estaba coqueteando con Simon? Solo un recién llegado a la ciudad haría una cosa así… todos los demás saben su mala historia con las mujeres.


—No, uh, no a menudo. Pero, tal vez podría regresar.


La camarera se va, balanceando sus caderas, y Paula sonríe hacia él.


—Al menos podrías haberle preguntado su nombre.


Sean cuelga tímidamente su cabeza y dejamos de hacerle pasar un mal rato solo porque Hildagard está trayendo nuestros panecillos, huevos y salchichas. Está todo súper cocido y quemado hasta quedar crujiente.


Entre bocado y bocado, Simon levanta un mentón hacia Paula.


—¿Entonces, me estás diciendo que aún no has tirado a Pedro al basurero?


Paula niega, sonriendo.


—¿Debería hacerlo?


Simon se encoge de hombros.


—Solo es sorprendente, es todo.


Le doy un puntapié a Simon por debajo de la mesa. ¿Qué diablos quiere conseguir, y por qué le importa?


—Ow —Paula grita, agarrando su pie—. ¿Por qué hiciste eso?


—Lo lamento, muchacha. No fue mi intención.


Simon sonríe.


Frunzo el ceño.


—¿Patricio y tú lograsteis llegar bien a casa, la otra noche?


—Apenas. Después de que vosotros dos os fuerais, ambos estábamos casi listos para desmayarnos. Pero lo metí en un taxi. ¿No has hablado con él desde entonces?


Paso la mano por mi barba.


—No, ¿por qué? —De repente, una sensación de terror me inunda. ¿Qué pasa si ninguno de ellos recuerda la apuesta? ¿Y si Patricio reniega de ella?—. Ninguno de los dos estabais demasiados borrachos como para llegar a casa. Así que, ¿supongo que recordáis la mayor parte de la noche?


Simon asiente lentamente.


—Él lo recuerda. Todo, Pedro. No necesitas preocuparte. Lo vi ayer, estaba almorzando en el mercado, y él también. —Los dos trabajan en el distrito financiero de Dublín, por lo que no es raro que se encuentren allí—. Nos reíamos de la buena noche que tuvimos, él dice que no se ha soltado de esa manera en años. Fue muy amable de tu parte bajar de tu montaña para verlo. Para ser honesto, creo que se siente solo.


—¿No ves a tu hermano a menudo? —me pregunta Paula.


Me encojo de hombros.


—No es personal, exactamente. Solo es que Patricio es un poco estirado, realmente nunca baja la guardia. Una especie de lata, para ser honesto.


—Es verdad —agrega Simon—. Aunque creo que la marea está cambiando. Él viaja en una semana más o menos, quién sabe, tal vez nunca vuelva.


—¿A dónde va? —pregunta Paula.


—Tailandia, las primeras vacaciones que ha tomado nunca.


—Bien por él —Paula sonríe—. Ahora, ¿qué te preocupa exactamente que tu hermano olvide, Pedro? Suena ominoso.


Simon levanta un tenedor lleno de huevos hacia su boca.


—Solo pamplinas, burlándose aquí de Pedro por sus indiscreciones del pasado.


—Deja el pasado enterrado, ¿de acuerdo? —Le advierto a Simon, que tiene la costumbre de empujar las cosas un poquito más lejos de lo que debería. No es que yo deba decirlo. Yo fui el primero que hizo pozo para la apuesta en primer lugar.


—Bueno, todos tenemos nuestro pasado, ¿verdad? —pregunta Paula, apoyando la mano sobre mi rodilla debajo de la mesa.


—Simon ciertamente lo tiene. Solo pregúntale a sus ex esposas.


—¿Esposas? —inquirió Paula.


—Indiscreciones pasadas. —Simon se encoge tímidamente de hombros —. Jugué tanto como Pedro, pero yo seguí casándome con las damas.


—¿Y Pedro consiguió evadir cerrar el lazo?


Pedro evita cualquier compromiso, pasar más de una noche contigo te convierte en su relación más larga.


Sintiendo como que tengo que cortar esta conversación antes de meternos en aguas turbias, decido contarle a Simon nuestros planes para el día.


—Después del desayuno, nos dirigiremos al lago Guinness, luego a Glendalough.


—Suena adorable, aunque espero que el clima esté de acuerdo. Está nublado y húmedo.


—Eso es bueno —afirma Paula, su voz vibrante y esperanzada—. Estamos buscando arcoíris. Y con un poco de suerte, cuando el cielo se aclare, uno podría aparecer.


—¿Arcoíris? —Simon se encogió de hombros—. Bueno, ciertamente tienes el hombre adecuado para el trabajo. Encuentra uno todos los días, es el bastardo más afortunado de toda Irlanda.


—Lo sé. Es por eso que estaba en primer lugar en Dublín, me había apuntado para su tour.


Simon golpea la mesa.


—¡De ninguna maldita manera! ¿De verdad?


Sonrío.


—¿Quién lo pensaría, verdad?


—Esa es una gran coincidencia, amigo.


—¿Coincidencia? —dice Paula—. Pedro no cree en ellas.


—Otra vez, correcto. —Simon se ríe, mirando entre nosotros, suavizándose. Él golpea la mesa con sus nudillos—. Bueno, parece aquí no me necesitáis —agrega limpiándose la boca con una servilleta—. De todas maneras tengo que ir a la oficina.


—¿No estás listo para renunciar a esa mierda y mudarte al campo?


—Más que nunca. Este barrullo en la ciudad está moliendo mis últimos nervios. Nada me gustaría más que tener un cambio de ritmo.


—Lo sé, hermano, lo sé. —Doy a Simon una palmada en la espalda, sabiendo que ha tenido tiempos duros. Dos esposas, ambas lo engañaron. Paula podía pensar que tiene mala suerte en la vida, ¿pero Simon? Ese tipo no tiene suerte en el amor.



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