jueves, 16 de mayo de 2019
TRAICIÓN: CAPITULO 42
Él la miró y de pronto se quedó sin palabras. De camino allí había pensado lo que iba a decir, pero, llegado el momento, no podía hablar. Sin embargo, sabía lo que quería, ¿no? Y dominaba el arte de la negociación. ¿No era el momento de ponerlo en práctica?
–Voy a reducir mis horas de trabajo –dijo.
Ella pareció sorprendida, pero asintió.
–Está bien.
–Porque tienes razón. Trabajo demasiado.
La miró expectante, esperando que ella apreciara aquel gesto magnánimo y se echara en sus brazos. Pero ella permaneció inmóvil, con expresión cautelosa y el pelo rubio reluciendo en la luz otoñal que entraba por la ventana.
–¿Y qué quieres decir con eso? –preguntó.
–Que estaremos juntos más tiempo. Obviamente.
Ella le dedicó una sonrisa extraña.
–¿Y qué es lo que ha causado esa súbita revelación?
Pedro frunció el ceño, porque no era la reacción que esperaba.
–Me he permitido aceptar que la empresa va bien y es probable que siga así en el futuro inmediato –dijo con lentitud.
Paula se rascó la nariz.
–¿Y no ha sido siempre así?
Él negó con la cabeza.
–No. Cuando murió mi padre, descubrí que había dilapidado gran parte de la fortuna familiar. Por un tiempo no estuvo claro si lo conseguiríamos. De pronto me encontré mirando un gran agujero negro donde antes estaba el futuro y había muchas personas que dependían de mí. No solo Pablo, también los empleados. Gente en Lasia cuyo modo de vida dependía de nuestro éxito. Gente en ciudades de todo el mundo.
Respiró hondo.
–Por eso empecé a trabajar mucho todos los días. Hasta después de medianoche. Me costó un gran esfuerzo reflotar la empresa.
–Pero eso era entonces y esto es ahora.
Alfonso es la naviera más grande del mundo.
–Lo sé. Pero el trabajo se convirtió en un hábito y dejé que me dominara. Y ya no lo haré más. Pasaré menos tiempo en la oficina y más en casa. Contigo. Eso es todo.
Siguió un silencio.
–Pero eso no es todo –dijo ella–. Tú trabajas tanto porque en el trabajo mandas tú y se hace lo que dices. Y te gusta llevar el control. No basta con que reduzcas tus horas.
–¿No basta? –repitió él, confuso–. ¿Qué más quieres de mí?
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