lunes, 6 de mayo de 2019

TRAICIÓN: CAPITULO 11




No significaba nada. Ella no significaba nada. 


¿Acaso no había dejado Pedro eso muy claro? 


Y para alguien como ella, que ya tenía poca autoestima, sería una locura hacer algo así.


–¡No! –Se apartó y retrocedió un par de pasos–. ¿Qué demonios te crees que haces para echarte sobre mí de ese modo?


Él soltó una risita teñida de frustración.


–Oh, por favor –gruñó–. Por favor, no insultes mi inteligencia. Tú estabas caliente y deseosa. Querías que te besara y yo he cumplido tu deseo encantado.


–Yo no quería –replicó ella.


–Oh, Paula, ¿por qué negar la verdad? Eso no está bien. Yo valoro mucho la sinceridad en mis empleados.


–Y seguro que cruzar límites físicos con tus empleados es un comportamiento inaceptable en cualquier jefe. ¿Te has parado a considerar eso?


–Quizá si dejaras de mirarme de un modo tan invitador, yo podría dejar de responder como un hombre en lugar de como un jefe.


–¡Yo no hago eso! –exclamó ella con indignación.


–¿Seguro? No te mientas a ti misma.


Paula se mordió el labio. ¿Lo había mirado de un modo invitador? El corazón le latió con fuerza. Claro que sí. Y si era totalmente sincera, ¿acaso no había querido que la besara desde que lo había visto de pie en la ventana de su mansión de cristal, con su poderoso físico dominándolo todo a su alrededor? Y ella no podía permitirse sentir eso. Estaba allí para ganar un dinero que la ayudara a cuidar de su madre, no para enredarse con un machista como Pedro y que le rompieran el corazón en el proceso.


Respiró hondo y se esforzó por intentar parecer que estaba en control de sus emociones.


–No puedo negar que hay una atracción entre nosotros –dijo–, pero eso no significa que vayamos a hacer algo con ella. No solo porque seas mi jefe y no es lo más apropiado, también porque ni siquiera nos caemos bien el uno al otro.


–¿Y qué tiene que ver eso con esto?


–¿Lo dices en serio?


–Muy en serio –él se encogió de hombros–. En mi experiencia, un poco de hostilidad siempre añade un toque picante. ¿Tu mamá no te ha enseñado eso?


El insulto implícito hizo que Paula quisiera pegarle y decirle que se guardara sus opiniones para sí porque no sabía lo que decía. Pero no se arriesgó a acercarse a él porque tocarlo era desearlo y no podía permitirse volver a colocarse en esa posición. Él le había pedido sinceridad, ¿no? Pues se la daría.


–No tengo intención de acercarme a ti, Pedro. Principalmente porque no eres el tipo de hombre que me gusta –dijo despacio–. He venido aquí para ganar dinero y eso es lo único que pienso hacer. Trabajaré duro y me mantendré alejada de ti todo lo posible. No tengo intención de volver a colocarme en una posición de vulnerabilidad.


Forzó una sonrisa y habló como lo haría una humilde empleada.


–Así que, si me disculpas, voy a ver si Demetra quiere que haga algo en la cocina.




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