lunes, 15 de abril de 2019

UN ASUNTO ESCANDALOSO: CAPITULO 18





Pedro, ¿has oído un rumor acerca de una OPA contra Blackstone Diamonds?


Él abrió los ojos de par en par. Aquella pregunta no le cuadraba.


Pedro estaba tumbado en la cama, pensando que los esporádicos encuentros sexuales que había tenido en su vida no habían solidó incluir sexo por las mañanas, en especial, con la misma mujer que por la noche. Siempre tenía que marcharse corriendo porque tenía una reunión, o un vuelo que tomar.


Tuvo que salir de su ensoñación para responder a Paula.


—¿Hace un minuto estabas gritando de placer y ahora quieres que hablemos de negocios?


Paula estaba tumbada con la cabeza en su pecho. Él miró el reloj; eran las siete y media, hora de levantarse.


—Sí, he oído algo —contestó finalmente—. ¿Quieres un café o vas a quedarte en la cama?


Ella insistió.


—¿Crees que Mateo está involucrado?


¿Habría oído algo la noche anterior?


A él no le había sorprendido que Mateo le pidiese que vendiese sus acciones; sabía que estaba buscando apoyos entre los accionistas de Blackstone Diamonds y que los estaba consiguiendo.


Pero él no estaba dispuesto a ayudarlo, al menos, por el momento.


—¿A qué se debe este interrogatorio antes del desayuno?


Ella no levantó la cabeza de su pecho, y eso lo preocupó.


—Os oí anoche, en el restaurante —le dijo en voz baja—. Hablando de vender tus acciones.


Pedro frunció el ceño. Y retiró todos aquellos bonitos pensamientos acerca de levantarse siempre al lado de la misma mujer. No supo si reír o sentirse ofendido. ¿Quién se creía que era?


—¿Estuviste escuchándonos a escondidas, Paula? Si es así, supongo que sabes que rechacé su propuesta.


Ella levantó la cabeza y lo miró a los ojos. 


Estaba muy seria.


Pedro ya no tuvo ganas de reír.


—Una OPA —le dijo mientras enredaba un dedo en uno de sus rizos—, es algo muy complicado. Necesita el apoyo de la junta directiva y un determinado número de acciones. Yo tengo muy pocas, Paula.


Eso era verdad, pero también sabía que Mateo estaba dispuesto a todo.


—¿Pero si Rafael Vanee te pidiese que las vendas…?


Pedro se quedó inmóvil. Lo había oído todo. Y lo que le estaba haciendo estaba fuera de lugar. Él no estaba acostumbrado a tener que justificarse delante de nadie, y mucho menos delante de una mujer a la que conocía desde hacía poco más de una semana, por increíble que fuese el sexo con ella.


—Sí. Si me diese un buen motivo, vendería —asintió en tono más frío.


Vio decepción en sus ojos y se dio cuenta de que eso le molestaba. En los negocios no había espacio para las emociones.


Pedro, lo que hace daño a los Blackstone, también me hace daño a mí, lo entiendes, ¿verdad?


Era el momento de que ambos recordasen que aquello no era más que una aventura.


—Que estemos acostándonos juntos, Paula, no significa que tengas derecho a preguntarme sobre mis negocios.


Ella se estremeció. Y Pedro se dio cuenta porque lo sintió en el pecho y en el estómago, que estaban debajo de ella, entre las piernas, donde ella tenía su muslo, y en el hombro, donde había apoyado uno de sus brazos.


Pero le mantuvo la mirada. No permitiría que rebasase las fronteras. Después de un momento, la empujó con suavidad para indicarle que quería levantarse. Ella se fue hacia su lado de la cama. Aunque… ¿desde cuándo tenía su propio lado en su cama?


Pedro se miró en el espejo del cuarto de baño y se preguntó qué había pasado, qué había cambiado. Hacía unos minutos había estado saboreando las delicias de un cuerpo muy sexy, y en ese instante se sentía culpable, estaba pensando en los sentimientos de otra persona. 


¿Hasta dónde se estaba implicando?


En algún momento de su relación, Paula había despertado en él el instinto de protección que, durante tanto tiempo, había estado enterrado.


Sus padres, su casa de la niñez, siempre habían sido un refugio para personas perdidas, necesitadas de cariño. ¿Era eso lo que veía Paula en él? ¿Estaría buscando un puerto en el que refugiarse?


Se suponía que lo suyo no era más que una aventura. Desearla cada minuto del día durante el tiempo que habían estado juntos era aceptable. Pensar en levantarse a su lado todas las mañanas debía de estar en el límite y era un tema del que tendría que ocuparse… pronto. 


Hacía años que no tenía una relación de verdad y había sido feliz así.


No entendía por qué estaba justificándose.




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