domingo, 7 de abril de 2019

EN APUROS: CAPITULO 41




Paula se despertó sintiéndose descansada y satisfecha. Apenas podía creer lo relajada y libre que se sentía… Y todo gracias a Pedro. Se dio la vuelta para tocarlo, pero no estaba allí. 


Sobresaltada, se sentó en la cama. ¿Habría sido todo un sueño? No, su lado de la cama estaba aún caliente, ella misma todavía sentía su calor dentro de sus entrañas. Entonces llegó hasta ella el aroma del café, que la hizo saltar de la cama contenta y feliz.


Le estaba haciendo el desayuno. Probablemente no sería más que una tostada y un tazón de cereales, pero era más que suficiente, sabiendo el amor con el que se lo estaría preparando. 


Amor. Por fin.


Había encontrado al hombre perfecto: pertenecía a Pedro, lo sabía. Lo había intuido desde el mismo momento en que se conocieron, por mucho que se hubiera pasado todo aquel tiempo intentando negárselo. El miedo y los prejuicios habían sido sus peores enemigos. 


Felizmente, había conseguido superarlos. Con la ayuda de Pedro ya no volvería a temer comportarse tal y como era, ser la auténtica Paula Esther otra vez.


Entendía perfectamente lo que se había perdido en su empeño por esconderse detrás de aquella armadura que simbolizaba el nombre que había elegido, P.E. Chaves. Nunca más. Gracias a Pedro y lo que él le había enseñado sobre sí misma, ya no volvería a necesitar esa armadura, nunca volvería a comportarse como si fuera otra persona.


Se quedó tumbada, muy contenta, dándose cuenta por primera vez del terrible esfuerzo que había hecho, de lo que le había costado mantener aquella ficción.


Y de repente, se acordó: en menos de una semana tendría que regresar a su mundo. Bien, a partir de aquel momento las cosas iban a ser muy diferentes. Paula Esther era tan fuerte y capaz como la mismísima P.E. Se acabó atiborrarse de pastillas y morderse las uñas: era una editora buenísima, la mejor, y lo demostraría sin necesidad de calzarse los guantes de hierro.


Y era Pedro el que se lo había enseñado: le había mostrado sus puntos fuertes y los débiles también. Ya no tenía miedo de enfrentarse al mundo, de ayudar y de pedir ayuda.


¿Podría él, por su parte, superar el dolor de la pérdida de su primera esposa? Esperaba que sí.


Había tantas cosas que deseaba… Y ninguna estaba relacionada con Modern Man, el ansiado ascenso, o la necesidad de demostrar que era la mejor




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