domingo, 21 de abril de 2019

AMORES ENREDOS Y UNA BODA: CAPITULO 3



Dio un paso hacia atrás. El aliento de su respiración era cálido y fragante. La yema del dedo índice le pareció un poco callosa cuando le rozó el cuello. Sin embargo, tenía las manos largas, bien proporcionadas y perfectamente cuidadas.


Paula se enfadó consigo misma cuando se dio cuenta de que había contenido el aliento mientras él le colocaba las flores.


En aquel momento, su decisión de contratar un acompañante le pareció mucho menos sensata de lo que le había parecido antes de conocerlo. Pedro Alvarado no era la clase de hombre que ella había esperado. Bajo un traje bien cortado había un cuerpo poderoso, letal. No podía decirse que fuera un hombre guapo pero irradiaba una energía muy poderosa.


Pedro era lo único que tenía y tendría que servir le para aquel día. Le iba a ser difícil aceptar toda aquella descarada e implacable masculinidad durante un día entero. Prefería un atractivo algo más discreto para su acompañante.


—Supongo que no tienes coche. Llevaremos el mío —añadió al no obtener respuesta—. Deberíamos marcharnos ahora. No puedo correr mucho en la autopista —explicó recogiendo el bolso.


— ¿Dónde vamos?


Paula le lanzó una mirada furiosa.


—A la boda de mi prima en Somerset. ¿Es que no os explican nada en esa agencia? —gruñó.


Las dudas que tenía sobre aquel plan volvieron a asaltarla. Bety había sido muy convincente y se había burlado de sus preguntas algo remilgadas sobre la honorabilidad de los acompañantes. Había querido dejar claro desde el principio que todo lo que ella quería era un elemento decorativo para un día.


—Tal vez deberíamos repasar los detalles por si me he olvidado de algo — sugirió él mientras salían a la calle.


—Tienes razón —accedió ella.


El maltrecho Escarabajo estaba en la plaza de garaje compartida donde ella lo había dejado. Cuando estaba a punto de meterse en el coche se lo pensó mejor y se quitó el sombrero, colocándolo cuidadosamente en el asiento de atrás.


—Está abierto —dijo a su acompañante, que, algo grosero, le estaba mirando fijamente el pelo. Era espeso, brillante y de un color rojizo oscuro. Paula creía que era la mejor de sus armas y algunas veces le parecía que la única. El pelo le llegaba, liso y brillante, hasta la cintura.


Entonces, Paula apenas pudo contener la risa mientras le veía intentar meter las largas piernas en el asiento de pasajero.


— ¿No se puede ajustar el asiento? —Le preguntó cuándo se las hubo arreglado para acomodarse en el coche—. No me sorprende que lo dejes abierto. Nadie en sus cabales robaría esta ratonera.


—Antes sí se ajustaba, pero está atascado. Es mejor que te pongas el cinturón. No me gustaría tener tu cuello sobre mi conciencia. Por si te sirve de algo, funciona perfectamente.


¿A qué estaba acostumbrado, a limusinas con chofer?


—Tendrás mucho más que mi cuello sobre tu conciencia si tengo que ir muy lejos en este trasto. ¿No podríamos ir en taxi?


Ella se echó a reír mientras arrancaba el coche.


— ¿Hasta Somerset? No me sobra el dinero. Pero no te preocupes —añadió por si se hacía una idea equivocada—, puedo pagarte.


—Me alegro —replicó él secamente—. Si quieres, conduzco yo —añadió algo tenso mientras ella tomaba una curva.


—No se me hubiese pasado por la cabeza que te pudieses permitir ser machista en tu trabajo —entonces, por si había herido sus sentimientos añadió —: No es que haya nada malo en cómo te ganas la vida.


Cualquier tipo de trabajo era difícil de conseguir en la actualidad. Tal vez aquel hombre tenía responsabilidades familiares o estaba sin trabajo. Lanzando una mirada de reojo a su perfil tuvo que admitir que no parecía agobiado por problemas domésticos. Quería saber si le había parecido remilgada y llena de prejuicios.


— ¿Has utilizado la agencia a menudo? —preguntó él de modo casual.


—Nunca, pero mi amiga Bety sí que lo ha hecho en varias ocasiones. Muchas mujeres están demasiado ocupadas para tener una relación estable y hay ciertas reuniones sociales que pueden resultar bastante incómodas sin un acompañante.


Le lanzó una mirada retadora para que la contradijera y se dio cuenta de que estaba intentando convencerse a sí misma tanto como a él.



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