lunes, 25 de marzo de 2019

EN APUROS: CAPITULO 23




—No sé por qué se ha puesto así —murmuró perpleja.


—Si quieres mi opinión, a mí me parece otro caso claro del síndrome de la cama medio vacía —comentó Flasher mientras examinaba lo que había para desayunar. Os estáis moviendo en círculos, en vez de acercaros… tendríais que atreveros de una vez a morder la fruta prohibida —continuó, dando un mordisco a una manzana—. ¿Qué es esto? —preguntó, señalando una tortita de mantequilla con mermelada.


—Un ataque al corazón —replicó Paula—. Pues yo creo que me estoy comportando como lo que debo ser, una profesional. He venido aquí a trabajar, no a buscar un hombre.


—¿Y quién dice que no puedes tener las dos cosas y, de paso, cambiar tu vida de una vez por todas?


—Ese puesto de editora jefe es lo que quiero que cambie mi vida.


—¿Vas a ayudarme a comer todo esto, o no? —quiso saber Flasher.


—No, me tomaré solo una taza de café, como siempre. No quiero alterar mis costumbres con un atracón de calorías.


—No seas tan cuadriculada: olvídate por un día de tus normas, lánzate.


—No voy a arriesgar mi carrera por este asunto de Pedro Garcia.


—Por lo que veo, el pobre tipo no te gusta nada.


—¡Nada de eso! Es muy majo, muy abierto y simpático, y sincero, además. También es inteligente y divertido —justo las cualidades que siempre había buscado en un hombre.


—Y está disponible.


—Sí, eso también— y ahí estaba el problema. 


No pensaba volver a enredarse con un hombre que estuviera relacionado, de una forma u otra, con su trabajo. Le había costado mucho llegar tan lejos como para arriesgarse a un suicidio profesional. Además, no estaba dispuesta a hacer otra vez el primer movimiento; por otra parte, Pedro no había hecho la menor alusión a que le interesara algo que no fuera su casa y sus hijos; no había mostrado el menor interés por ella.


Entonces recordó el primer apretón de manos, y lo que había estado a punto de ocurrir en el pasillo.


—No lo entiendo —continuó Flasher mientras la emprendía con los huevos y el Bacon—. Eres más dura que el acero con esas bestias de la redacción. Siempre pareces segura de ti misma, fuerte… y cuando tienes la oportunidad de conocer mejor a un tío realmente majo, te amilanas como un ratón…


—No tengo miedo, nada de eso —se defendió Paula con una sonrisa.


—Entonces, vete a hablar con él. Anda, atrévete.


—¿Y por qué debería ir detrás de él, vamos a ver?


—Porque se supone que entre tus obligaciones está la de entrevistarle a fondo. Es el protagonista del reportaje, ¿recuerdas?


—¡Oh, sí, claro! —aquel maldito artículo. Salió de la cocina dando un bufido, mientras Flasher se quedaba tan campante, dando buena cuenta del suculento desayuno.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario