domingo, 17 de marzo de 2019
AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 51
Pedro apenas podía creer lo que estaba oyendo.
Una de las camareras del centro había ido a buscarlo con los ojos llenos de lágrimas y le había confesado que Claudio Cayhill estaba detrás de algunos tejemanejes terribles que estaban teniendo lugar en el centro.
Lo que en un primer momento le había parecido increíble, rápidamente se había convertido en verdad. Claudio, su amigo, lo había traicionado de la peor manera posible.
La camarera no se había atrevido a decírselo antes por miedo a perder su trabajo, pero cuando lo había visto desaparecer del bar con la que para ella era la «novia de Pedro» de una forma un tanto sospechosa, se había sentido obligada a decírselo.
Le contó también que había oído rumores sobre una red de prostitución en el centro y que había visto algunas transacciones sospechosas entre Claudio y los camareros en más de una ocasión.
Pedro no había querido oír nada más. Lo único que quería era encontrar a Claudio y a Paula antes de que ocurriera nada entre ellos para así poder asegurarse de que Paula supiera el tipo de hombre con el que estaba tratando. Lo que no se detuvo a examinar fue por qué aquello era tan importante para él.
La camarera le había dicho que tenía un mal presentimiento sobre cuáles eran las intenciones de Claudio, y Pedro no lo dudaba. Quién sabía de qué podía ser capaz un hombre que había estado detrás de una red de prostitución.
La camarera le había dicho también que los había visto alejarse hacia la playa y Pedro había salido en su búsqueda, sirviéndose de la radio para ponerse en contacto con los hombres de seguridad y para que comenzaran a buscar a Claudio.
Pedro conocía un lugar de la selva en el que Claudio se jactaba de haber hecho el amor con una mujer. Pedro eran consciente de que estaba dando palos de ciego, pero no tenía otro lugar por el que empezar.
Impulsado por el creciente sentimiento de traición, cruzó el centro a toda velocidad. No podía dejar de pensar en que Claudio estaba involucrado en la red de prostitución. ¿Cómo podía haberlo engañado tan descaradamente? ¿Cómo había podido fingir que era su amigo? ¿Y cómo había sido él tan iluso? No tenía respuestas. Lo único que tenía era unas ganas cada vez mayores de darle un puñetazo a alguien.
Quince minutos después, estaba acercándose a la selva, siguiendo las huellas dejadas por los turistas y sintiéndose como un animal enfurecido. Vio a una pareja comiendo al aire libre, sentados en la arena, y se acercó a ellos.
—Perdonen, ¿han visto por aquí a una pareja hace un rato? Él es rubio y ella pelirroja…
—Ah, sí —dijo la mujer—. Están cerca de la selva. Creo que los hemos interrumpido.
—Gracias —dijo Pedro, y hacia allí se dirigió.
Un minuto después, cuando vio una sandalia en la arena que reconoció como una de las de Paula, todos sus sentidos se pusieron en alerta.
El miedo se mezclaba con la furia. Una sandalia perdida podía ser una mala señal.
Si le había ocurrido algo a Paula, cualquier cosa, mataría a Claudio.
¿Pero de dónde salía aquel sentimiento? ¿A qué se debía ese sentimiento de posesión por una mujer de la que estaba convencido quería deshacerse hace unas horas?
Porque Paula lo convertía en un estúpido.
Y porque la quería.
Al darse cuenta se detuvo sobre sus pasos.
¿Por qué no lo habría comprendido antes?
Probablemente porque no estaba buscando una relación duradera y, definitivamente, porque no esperaba que Paula le gustara tanto como le gustaba.
La quería.
¿Pero había alguna probabilidad de que ella lo quisiera a él?
Probablemente no, puesto que había sido ella la que había decidido salir precipitadamente de la isla.
Pedro comenzó a buscar entre la selva, intentando desterrar aquellos pensamientos y concentrarse en encontrar a Paula.
Y entonces oyó el revelador sonido de la vegetación y se quedó paralizado, con todos los sentidos en alerta.
Sigilosamente, fue acercándose al lugar del que procedía aquel sonido.
A lo mejor sólo habían sido pájaros. O quizá Paula estuviera cerca, en una situación complicada.
Buscó durante lo que le parecieron horas, pero que en realidad no podían ser más que minutos, y al final los vio.
Paula permanecía desmayada en el suelo, a unos siete metros de distancia, en un lugar tan escondido que Pedro no habría podido encontrarlos si no hubiera estado mirando tan detenidamente. Cuando fue capaz de concentrar de nuevo la mirada, vio a Claudio arrodillándose para desatarse el cinturón.
Pedro se puso inmediatamente en movimiento.
—¡Claudio Cayhill, maldito seas!
Claudio, que en aquel momento estaba subiéndole el vestido a Paula, alzó la mirada hacia él.
Un nudo de furia constreñía el pecho de Pedro, que quería destrozar a Claudio por haberse atrevido a tocarla.
Pero Paula no era suya. Y tampoco quería que lo fuera.
—¿Qué demonios…? —dijo Claudio, levantándose y subiéndose los pantalones.
—Sé que eres tú el que estás detrás de esa red de prostitución, Claudio. Los de seguridad vienen ahora mismo hacia aquí —mintió Pedro—. Será mejor que vengas conmigo.
Bajó la mirada hacia Paula, que permanecía desmayada en el suelo.
—Me temo que ha bebido demasiado.
—Hijo de perra, ¿qué le has dado?
Pedro empujó a Claudio para apartarlo de su camino, se arrodilló al lado de Paula y le tomó el pulso.
Pero en ese momento, algo duro hizo contacto con su mandíbula y aterrizó de espaldas en el suelo. Claudio se abalanzó entonces sobre él, lo agarró del cuello y lo apretó con fuerza.
Pedro se resistió con todas sus fuerzas y consiguió liberarse de Claudio y colocarse sobre él, al tiempo que agarraba una piedra y la blandía cerca de la cabeza de Claudio.
—Un solo movimiento y te dejo sin sentido.
Necesitaba llamar a seguridad antes de que las cosas se le fueran de las manos. Pero justo en aquel momento, oyó el particular crujido de un walkie-talkie y suspiró aliviado. Los hombres de seguridad lo habían encontrado.
—¡Por aquí! —gritó.
A los pocos segundos, aparecieron dos guardias de seguridad. Agarraron a Claudio y lo esposaron mientras éste se retorcía entre maldiciones.
—Lo llevaremos a administración, señor —dijo uno de los guardias.
—Avisen a un médico —dijo Pedro, y señaló a Paula con la cabeza—. Creo que está drogada.
El segundo guardia llamó al médico de urgencias para que fuera rápidamente hacia allí.
—Te lo has buscado tú mismo,Pedro. Tú con tu actitud chulesca, diciéndome siempre cómo tengo que hacer mi trabajo, como si supieras hasta la última maldita cosa que había que hacer para dirigir un lugar como éste. Alguna que otra vez deberías haberme hecho caso, imbécil.
¿Sus ideas?
Ah, sí, sus ideas. Al poco tiempo de que se abriera Escapada, Claudio se había acercado a Pedro con algunas ideas pésimas para mejorar las actividades de entretenimiento del centro, y Pedro se había echado a reír. De hecho, pensaba que en realidad era una broma.
¿Y ésa era la venganza de Claudio?
—Yo creía que eras mi amigo, Claudio.
Claudio soltó una carcajada mientras los guardias de seguridad comenzaban a conducirlo hacia el centro.
—Sí, pensé que hacerme amigo tuyo era la mejor manera de que no me vigilaras.
Así había conseguido poner en funcionamiento la red de prostitución sin que nadie lo detectara.
Por supuesto. Todo aquel asunto le asqueaba y comprendía que había sido un estúpido al confiar en Claudio.
Se acercó a Paula y se arrodilló a su lado.
Jamás había estado tan asustado. Cuando la vio tan frágil y sin vida, el pecho se le contrajo y el aire parecía negarse a entrar en sus pulmones.
Si le ocurriera algo, él sería el único culpable.
Había sido un estúpido en más de un sentido.
Pedro obligó a sus pulmones a ponerse en funcionamiento. Tomó aire, obligando a su pecho a expandirse en toda su capacidad.
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Que hdp!!!! Menos mal que pp llegó a tiempo!
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