sábado, 16 de marzo de 2019
AS HOT AS IT GETS: CAPITULO 47
Pedro oyó una llamada a la puerta e inmediatamente pensó en Paula. Había vuelto.
¿Pero por qué? ¿Habría cambiado de opinión? ¿Habría decidido quedarse una noche más? ¿Querría disculparse?
Nada de eso le parecía probable, pero el corazón se le aceleró mientras caminaba hacia la puerta, ensayando mentalmente cómo iba a reaccionar cuando abriera la puerta y la viera.
«Ah, hola, ¿qué quieres?», le diría. O «¿has olvidado algo?». Una simple mirada por la mirilla le aclaró la situación. Sólo era Claudio.
Pedro abrió la puerta, sintiéndose deprimido por motivos que en aquel momento no quería examinar.
—Hola, Claudio.
—Hola, ¿puedo pasar?
Pedro se echó a un lado y le hizo un gesto. De pronto, se sentía demasiado cansado para hablar.
—Espero no interrumpir nada.
—En absoluto. ¿Qué ha pasado?
—Nada, se me ha ocurrido pasar por aquí para ponerte al tanto de lo que he averiguado sobre las chicas que estaban trabajando para Mike D’Amato.
El trabajo era en lo último en lo que estaba pensando, pero quizá le sirviera de distracción.
—Adelante, dispara —señaló el sofá para que se sentara y él se sentó enfrente de él.
—Probablemente haya cuatro chicas involucradas en este asunto. Todas ellas directamente relacionadas con Mike. Y desde que lo has echado, parece que el negocio se ha acabado.
—¿De dónde has conseguido esa información?
Claudio sonrió avergonzado.
—Gracias a una conversación íntima. No puedo revelar mi fuente, pero es amiga de una de las chicas. Me acosté con ella y ella me dio la información que necesitaba. Tengo nombres.
—Dáselos a seguridad, y gracias por tu ayuda —dijo Pedro, demasiado cansado para señalar que no compartía los métodos de investigación de Claudio.
Claudio se cruzó de brazos y lo escrutó con la mirada.
—¿Qué ha sido de tu pelirroja?
—¿De Paula? ¿Por qué lo preguntas?
—Simple curiosidad. La he visto en el vestíbulo hace un rato y parecía muy alterada. Cuando le he preguntado cómo os iban las cosas, me ha dicho que habíais terminado.
—¿Cómo puede haber terminado algo que ni siquiera había empezado?
Claudio se encogió de hombros.
—¿Entonces no hay nada entre vosotros?
—Nada en absoluto —mintió Pedro.
No sabía por qué se sentía impulsado a mentir.
Ni siquiera estaba seguro de haber dicho una mentira. Sencillamente, sabía que no era del todo cierto.
—¿Entonces no te importaría que la invitara a salir?
Aquella pregunta fue como un puñetazo en el estómago para Pedro.
Sí, claro que le importaría.
Pero no debería. Y si realmente quería asegurarse de que no hubiera nada entre Paula y él, lo mejor que podía hacer era darle a Claudio su bendición.
—Creo que estaba pensando marcharse, pero si puedes convencerla antes de que se vaya, tú mismo. Pero no digas que no te lo he advertido. Esa mujer es un problema.
—A mí me parece que un problema muy ardiente.
Pedro se encogió de hombros.
—Como tú digas, pero ten cuidado.
Resistió la urgencia de decir nada más. Una parte de él estaba deseando hacer un listado de todos los defectos de Paula, pero sabía que su intención no era tanto la de proteger a su amigo como la de mantener a otro hombre lejos de Paula.
—¿Estás seguro? —le preguntó Claudio.
—Absolutamente —contestó Pedro, forzando una sonrisa.
—De acuerdo, en ese caso, será mejor que me vaya. Tengo trabajo que hacer.
Claudio se marchó dejando a Pedro en medio del cuarto de estar sintiéndose como un estúpido. ¿Qué le importaba a él que Paula y Claudio congeniaran? Eso no era asunto suyo, ¿verdad?
No, no lo era.
Lo que necesitaba era olvidarse de Paula.
Se acercó a su escritorio, abrió el ordenador portátil, se sentó e intentó ponerse al tanto de las últimas noticias a través de Internet. Pero todo le parecía un galimatías.
Maldita fuera, Jeronimo tenía razón, tenía que salir cuanto antes de aquella isla. Podría ir a Rancho Fantasía para supervisar su funcionamiento durante una temporada, para asegurarse de que todo iba correctamente. Pero la idea de estar en el mismo Estado que Claire lo inquietaba.
Quizá lo que necesitara fueran unas verdaderas vacaciones, algo de lo que no había disfrutado desde hacía años. Él siempre había querido conocer París, Roma, Viena… Sí, aquélla podía ser una oportunidad para hacer un recorrido por las grandes ciudades europeas. Pero la idea de hacerlo solo no lo emocionaba exactamente.
Cerró de nuevo el ordenador y salió al jardín.
Una brisa tropical acarició su pelo, pero por primera vez desde que podía recordar, deseó estar en cualquier otra parte que no fuera aquella isla.
Debería haber sabido que, antes o después, Paula Chaves lo echaría todo a perder.
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